¿Tiene sentido la filosofía en este siglo XXI confuso, veloz y tecnológico? ¿No es un cadáver exquisito, un juego de salón?

La filosofía no puede pretender hoy ser una enciclopedia de las reflexiones. No se puede plantear tampoco como la filosofía política antigua, que concede a la sociedad los fundamentos de su funcionamiento. Pero creo que la filosofía sigue teniendo su función. Una filosofía que no pretende otorgar las verdades fundamentales ni opinar sobre ellas. La filosofía no está para mostrar la verdad sobre el mundo, sino para hacer intervenciones parciales sobre él y repensar conceptos, como el de igualdad, no planteado en términos metafísicos, sino como experiencia en ámbitos concretos, como la política, el arte o la pedagogía.

¿Y hacia dónde conduce esa filosofía?

Es una filosofía que puede ayudar a cambiar la visión común sobre la que se establece toda una serie de suposiciones que se imponen como autoridad. Intenta desplazar el lugar acordado de cosas como la política, que se considera la capacidad de ejercer el poder, pero el poder está en todas partes.

¿Los valores liberales e ilustrados que surgen del 1789 francés están en crisis en la nihilista sociedad actual?

No creo en el nihilismo como negación absoluta del sentido de los valores. A partir de 1968 se produjeron diferentes formas de cuestionamiento de la autoridad, pero se volvió a imponer de manera bastante violenta el orden dominante, reconstituido bajo la apariencia de la afirmación de valores liberales. Es una broma decir que este liberalismo, que no es más que un refuerzo de las fuerzas del orden, ha supuesto algún grado de liberalización. Lo que supone es una dictadura del poder del capitalismo mundial y es normal que genere una cierta desesperación nihilista. No estamos en un mundo narcisista, consumista y liberal, sino en uno en el que la autoridad se ve reforzada todos los días. Desde el presidente francés, que considera que el burka no se puede permitir, a los intentos en EE UU de prohibir a los sindicatos negociar los convenios colectivos. La idea del mundo globalizado y liberal es un engaño; es un mundo en el que las fronteras se refuerzan y la exclusión es cada vez mayor, en el que la lucha de clases sigue estando muy presente.

¿Es imposible hoy un movimiento como el del 68? ¿Es "vieja" la juventud, en el sentido de acomodada y aplastada por el pensamiento único liberal?

No creo que se haya instalado un pensamiento liberal único. Los jóvenes están hoy divididos entre la aceptación de un orden liberal y la revuelta permanente. En mayo del 68 las revueltas se hicieron sobre un fondo de creencia marxista en el triunfo histórico del proletariado, pero esta idea ha fracasado completamente. Hoy, la juventud ha de enfrentarse a un mundo en el que ha de funcionar según los valores admitidos para seguir viviendo y también con una forma derevueltas que a veces se radicalizan, pero que en todo caso están privadas de un futuro de esperanza al que mirar. De todas maneras, es difícil hacer profecías: también antes de mayo del 68 se decía que los jóvenes se habían integrado completamente. Ahora tenemos a los jóvenes portugueses que se manifiestan casi como generación sacrificada por el orden económico y exigen una transformación.

¿Damos por enterrado el pensamiento marxista o puede resurgir ahora que nadie pone freno a los recortes sociales?

No veo hoy gente que defienda el comunismo como régimen social y de distribución de riqueza, sino como idea central. Yo planteo el comunismo como la organización del mundo a partir de una capacidad compartida de pensarlo. No han de ser sólo unas pocas personas las que piensen el mundo. El comunismo ha de ser una idea directriz que remite a la capacidad que debería existir en todos para permitir repensar las relaciones sociales, no una visión estratégica de un mundo ideal.

¿Echa en falta mayor compromiso en la cultura? ¿Está dominada por la idea de negocio?

La situación del arte es complicada, porque vemos arte considerado radical que se convierte en un caro producto comercial. Pienso en las instalaciones provocadoras de Jeff Koons o Paul McCarthy. Y vemos como el activismo urbano de Bansky enseguida se vende por cantidades enormes y las propias ciudades lo consideran un valor añadido y le piden que intervenga. Pero el arte no se reduce a estos pocos millonarios. Están los investigadores militantes, que intentan participar en un modo diferente de circulación de las imágenes. Hay otros modelos que, aunque venden los productos porque los artistas han de vivir, permiten una circulación de ideas que contribuye a una opinión pública diferente a la de los canales oficiales.

Usted ha defendido un modelo horizontal en la relación entre alumnos y profesores, pero hoy se da un reforzamiento del orden y disciplina. ¿La renovación pedagógica está caduca?

Nunca me he visto como un reformador pedagógico. Nunca he planteado una pedagogía alternativa. He recuperado el planteamiento de Joseph Jacotot, que presuponía la capacidad igual de todos para aprender por una multiplicidad de medios aleatorios. Pero ningún modelo puede funcionar sobre esta base de azar. Lo que se impone hoy no es un orden en el sentido de autoridad, sino el orden necesario de aprendizaje de los conocimientos; la determinación de un modo de progresión único y obligatorio para todos; que se puedan comparar los estudiantes de París, Valencia o Helsinki con un rasero equitativo.