Francisco Ayala, Agustí Centelles, Max Aub o Josep Renau. Son algunos de los nombres que descansan en las páginas de La cultura exiliada, una recopilación de las actas del "Congreso Cultura y Exilio", celebrado en 2009 en Castelló, Benicàssim y Segorbe, dentro del marco internacional de congresos "Setenta años después", conmemorativos del exilio de la Guerra de España.

De Ayala, Rosa Navarro -autora de la ponencia- destaca cómo "su elegancia le llevó a no hacer una tragedia de su exilio", apesar de que, según indica, "lo fue". A sus 30 años y con su "bagaje intelectual", Navarro recuerda la marcha del escritor a Argentina y EE UU. De sus años alejado de España, destaca el agradecimiento que el autor sintió por aquella tierra. En el nuevo continente puso su inteligencia al servicio de las personas de otro espacio que no era en el que había nacido, fundó la revista La Torre y el propio Ayala destacó la "intensa actividad y la gran fecundidad intectual" de aquellos años. No volvió a España hasta 20 años después -en 1960-, y lo hizo "silenciosamente, procurando no hacerme notar".

La obra -repasa la historia gráfica de valencianos en el exilio bajo la figura de Josep Renau y Agustí Centelles. A Renau, Fernando Bellón lo define como "el exiliado que no quería serlo". Lejos de adoptar una postura derrotista durante su estancia en México decidió "arrancar de nuevo, de la nada". Bellón destaca como durante una estancia en Nueva York, Renau recibió una tentación de diseñar portadas para discos, algo que rechazó para dedicarse a hacer murales. Más adelante llegaría con sus fotomontajes a la República Democrática Alemana donde, una vez más, sus dibujos eran caricatura de la política del momento.

Del dibujo a la fotografía. Agustí Centelles, según el investigador Hugo Doménech, "tomó las instantáneas más brillantes de la Guerra Civil" y recuerda cómo compró una Leica por 900 pesetas siendo así el primer español en usar estas cámaras. Apodado como el "Capa español", Doménech cita estudios que lo sitúan por encima del fotógrafo húngaro.

El libro analiza además la obra de Max Aub -impulsada por la Fundación que lleva su nombre en Segorbe- y lo califica como el escritor del exilio que "más y mejor ha reflexionado sobre el exiliado", según el investigador Manuel Aznar. Afincado durante años en la Comunitat Valenciana, Aub inició su exilio en 1939 en París hasta llegar a México, donde escribió la mayor parte de su obra. Aznar recuerda que Aub no retornó a España hasta 1969. "Aunque he venido, no he vuelto", dijo Aub que entonces ya se definió como "escritor español, pero ciudadano mexicano".