­Cuentan que a Rafael, «El Gallo» le preguntaron en una ocasión si se consideraba un torero de clase, a lo que el «Divino Calvo» contestó: «Yo no soy un torero de clase, soy una clase de torero». Inclasificable y de los que dejan huella. José Tomás pertenece a esta última categoría. Fue su abuelo Celestino quien le inculcó su afición por los toros, cuando el pequeño José soñaba con ser futbolista del Atlético de Madrid. Gracias a don Celestino, con quien asistía desde niño a las corridas de toros en la Plaza Monumental de Las Ventas, José Tomás colgó las botas y cogió la muleta.

En un tiempo en el que predomina el perfeccionamiento personal, la tauromaquia «tomasista» reivindica la vuelta a lo esencial. La lucha titánica con un ser irracional en la que el hombre, pertrechado con las armas de la inteligencia y el valor, se enfrenta a un animal con un absurdo trapo rojo. El diestro de Galapagar ha recorrido un largo camino para conseguir alcanzar la perfección taurómaca.

Una singladura que comenzó en la forja de las plazas de toros mexicanas, en la primera mitad de los años noventa, en las que recibió su «bautismo de sangre» como novillero en la plaza de Aguascalientes, pocas semanas antes de su debut en la plaza México y una tremenda cornada en la plaza de Autlán (Jalisco) que le provocó una gran hemorragia, por lo que tuvo que recibir varias transfusiones. Ésta última fue el preludió de la cornada de quince centímetros que le infirió el toro de Pepe Garfias en la citada Aguascalientes el 24 de abril de 2010, que le ocasionó una hemorragia al atravesar la vena femoral y la arteria iliaca y que también estuvo a punto de acabar con su vida.

No resulta extraño, entonces, que cierto sector del público taurino—acostumbrado a que se toree lo que salga por chiqueros con una estética tan aparente como vacía de contenido y donde se puede al toro más por disminución que potenciando sus virtudes— se escandalicen con el compromiso desnudo de artificios de un artista sin par en el actual escalafón de matadores.

Alcanzar la gloria

Tomás presupone al toro. Lo necesita para alcanzar la gloria. Busca la perfección en la imperfección de la naturaleza de un animal cuya principal misión—¿se nos ha olvidado?—es coger al torero. Las raíces del quehacer artístico de Tomás se hunden en la exigencia permanente, en el inconformismo como norma; vivir el tiempo presente como el único en el que es posible despejar la incógnita que atenaza y limita. «Todo o nada. Todo y nada», como escribiera Salvador Boix, su actual apoderado.

Es esta tauromaquia la que ha hecho posible que el de Galapagar haya rayado las cotas más altas de perfección artística, como las tres tardes que toreó en Madrid en 1999, sobre todo la segunda de ellas, el 26 de mayo, una tarde antológica en la que no corta cuatro orejas por el fallo con la espada.

La relación especial que comenzó ese mismo año con la Plaza de toros Monumental de Barcelona, en las que cortó un total de diez orejas en las tres tarde que toreó; o sus dos puertas del Príncipe sevillanas en 2001; los tres hitos que han marcado su reaparición de 2007: sus dos históricas salidas en hombros de la plaza de toros de Las Ventas el 5 de junio de 2008, en la que cortó cuatro orejas, y el 15 de junio del mismo año, en la que cortó tres apéndices y recibió tres cornadas.

El indulto de Idílico de la ganadería de Núñez del Cuvillo en Barcelona y la gesta de enfrentarse en solitario por primera vez en su carrera a seis toros de diferentes ganaderías, también con la plaza de toros de la ciudad condal como telón de fondo.

José Tomás podrá gustar o disgustar, según sea la concepción que cada cual tenga del toreo. Negarle, sin embargo, es darle la razón a Johnathan Swift. «Cuando en el mundo aparece un genio, puede identificársele por este signo: todos los necios se conjuran contra él».

Un torrente de literatura en torno a luces y sombras

José Tomás no sólo es torero sino inspiración de una importante bibliografía.Entre ellas, citar que la Esfera de los libros acaba de reeditar a nueva edición del libro del poeta y crítico taurino y teatral Javier Villán titulado «José Tomás. Luces y sombras. Sangre y triunfo», en el que se propone una sugestiva mirada sobre este espada, su forma de vida y su filosofía vital.

Villán es autor de una trilogía sobre el espada de Galapagar que se completa con otros dos libros: «Claves rituales de un enigma» y el titulado: «José Tomás: una hipótesis republicana: liturgia del dolor y feria de la política», editado por Akal. En este se describen los personajes que pululan alrededor del torero, se hace un seguimiento de su singladura por los ruedos y una descripción de los seguidores del torero, a los que divide entre tomasistas, aquellos a los que les gusta el diestro y los tomistas, que han hecho del torero su dios particular.

Esta misma mañana, a la una, El Casal Taurino Cuarto Tercio, instalado en la carpa anexa a la plaza de toros, va a ser marco de la presentación de la obra «Pasión y gloria: tauromaquia de José Tomás», con fotografías de Abelardo Alegría y textos de la poetisa Cristina Padín.

La bibliografía sobre José Tomás presenta asimismo obras como la de la fotógrafa alemana Anya Bartels, que ha publicado en la editorial Lunwerg un libro fotográfico sobre este espada bajo el título «José Tomás: serenata de un amanecer».

También de la pluma de la periodista María Mérida ha salido el libro «José Tomás es su nombre», editada por Arguval, una sugestiva obra profusamente ilustrada. En sus páginas se habla de sus inicios, sus apoderados, su familia, sus miedos... El periodista Matías Antolín editó en su momento el ensayo: «José Tomás: torero de silencio». Completan esta amplia bibliografía las obras «José Tomás: Un torero de leyenda», de Carlos Abella editado por Alianza Editorial y la de Fernando González Viñas «José Tomás. De lo espiritual en el arte», puesta en las librerías por Berenice. e. amat valencia