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­Se confiesa católico, pero asiste sin complejos a celebraciones budistas, hebreas, de los Hare Krishnas. Habla con la calma de un líder espiritual y la autonomía de un escéptico. Su visión de las religiones es honda e integradora. Todo un detalle con sus interlocutores. Especialmente en estos tiempos de interferencia y aullido.

Manifestaciones, polémicas, miles de jóvenes, relámpagos. ¿Qué balance hace de la visita del Papa?

El balance, y hablo como católico, sólo puede ser positivo. Por tres factores de magnitud. En primer lugar se han revalorizado a los jóvenes y se les ha vuelto a poner en contacto con principios que en los últimos años estaban bastante olvidados. La generosidad, la espiritualidad, la entrega. Otro factor es el restablecimiento de las relaciones entre el Gobierno y el Vaticano, que estaban un tanto deterioradas. Por último, se ha podido hablar de otra cosa en un contexto de crisis, terrible. Ha sido fundamental y un alivio.

¿Qué me dice de la controversia? ¿Están las posturas tan encolerizadas como parece?

En todo lo que ha pasado se dan varios elementos que invitan al análisis. Algunos desde el mundo del laicismo, como la manifestación gay al paso del Papa, que es una falta de respeto. Existe la lectura de que los cristianos han hecho daño al hombre. Se han dado episodios terribles como la inquisición, de la que nadie se puede sentir orgulloso, pero eso no invalida la tradición de entrega y de amor. El ser humano no sería el mismo sin el acopio de espiritualidad e historia de los últimos 2.000 años. Dicho esto, nunca hay que perder de vista que nadie se puede apropiar de la verdad. Existen múltiples verdades y múltiples caminos para ver la verdad. Atacar las creencias del otro siempre es cruel y censurable.

¿También en el caso de las del no creyente?

Con más razón. Teilhard de Chardin decía que la fe no es creer en lo que no se ve, sino la capacidad de soportar la duda. Desde ahí, el que tiene más dudas es el que más cree. La verdad no es exclusiva de la fe cristiana. Como católico debo exigir al cristianismo el mismo respeto que pedimos a los demás. Mi fe no es mejor por contar con más miembros. En el alma lo que cuenta es la capacidad de entrega.

¿Es todo una cuestión de fe o vivimos en un país cada vez más vehemente y visceral?

En España, como le decía, hay valores que se han perdido o, como mínimo, aletargado. Nos falta diálogo. Se percibe mucha intransigencia, falta de habilidad para trazar un puente entre el yo y el otro. Esto se ve en la política, pero también en aspectos como el fútbol. El otro día vi la final de la Supercopa y los del Real Madrid eran incapaces de ver que los del Barcelona eran mejores. Todo el mundo se abraza a su verdad y se siente débil y amenazado frente a la de los otros. El intransigente no sabe valorar a los demás, pero tampoco a sí mismo, porque su visión no es objetiva. Eso también se da en las religiones. A veces la fe con mayor número de feligreses es menos tolerante que la que tiene menos. He visto a muchos más católicos intransigentes con los musulmanes que a la inversa.

Esa era mi siguiente pregunta. ¿Percibe muchos casos de islamofobia? ¿A qué lo achaca?

Se dan, incluso, en gente no sospechosa de posturas radicales. Muchos amigos católicos se alarman cuando me llaman mis amigos musulmanes. Se están dando episodios de intolerancia feroz. La clave está en el terrorismo. Se juzga a todos los musulmanes por lo que hace gente que no representa a nadie más que al terror. Eso es terrible. Kamal, el imán de Fuengirola, siempre dice que para ser un buen musulmán primero hay que ser un buen cristiano y un buen judío. ¿A qué católico se le ocurriría hoy por hoy decir algo así? En realidad siempre se reza al mismo Dios.

¿Se ha demonizado entonces a la religión islámica?

Se ha satanizado, incluso, El Corán. La mayoría de las veces por ignorancia. La propia palabra Islam significa abrazo. Es un libro que, como el Evangelio, habla de ternura, de espiritualidad. Los que critican El Corán, igual que a los preceptos islámicos, es porque no se lo han leído o lo han hecho de un modo perverso. Ninguno de los textos ampara la violencia. Ni mucho menos la guerra.

¿Pensar en un mundo sin conflictos religiosos es todavía quimérico?

Los conflictos religiosos siempre son luchas por el dominio de la verdad. En eso subyace una actitud intransigente y la intransigencia aboca a actitudes cercanas a la violencia. Tenemos un afán tremendo por dominar. Se quiere conquistar almas, cuando el alma se debe respetar. Lo de Bin Laden, por ejemplo, tuvo mucho menos de guerra religiosa que de ofensiva de Oriente contra Occidente. La religión, incluso en Al Qaeda, ha pasado a un segundo plano, que en es donde debe estar, no ser el amparo de los gobiernos.

¿Cree que la religión se utiliza como coartada?

Desde Felipe II, cuando se buscaba socorro en la fe para conquistar, la religión siempre ha servido para este tipo de intereses, porque hace que la gente se implique más. Los terroristas suicidas, por ejemplo, jamás se entregarían así si no fuera por la promesa del cielo. El poder de corromper es inmenso. Se ha dado incluso en las propias religiones. Por riqueza. Por ampulosidad.

Hay creyentes que entienden que fuera de la Iglesia no existen valores ni moral...

Eso es una barbaridad. Me acuerdo que una vez en misa escuché algo similar. Había asistido con un amigo judío y otro musulmán y el sacerdote aseguró que sin la Iglesia no hay salvación. Mis amigos se sintieron ofendidos y con razón. Lo que refuerza los valores humanos es la religión, pero también puede ser la filosofía o el amor. Todos somos iguales. Nadie tiene un valor añadido por ser católico o musulmán.

Época de relativismo, de caída de axiomas, de muertes de Dios. ¿Qué se puede esperar de las religiones en este siglo?

Las religiones deben estar en ayudar al hombre a vivir más con el hombre. Sólo hay dos mandamientos vitales. Amar a Dios y amar al prójimo. Si no se cumple con esto lo demás no sirve para nada. Es por eso que me fastidia cuando veo a personas que entran en misa y ni siquiera se detienen a mirar a los que piden en la puerta.

¿En qué diferencia a una secta de una religión? ¿Es algo meramente cuantitativo?

Las religiones nunca son sectas. La gente que vive en ellas es la que pude ser sectaria. Existen elementos fundamentales. El primero es el abandono absoluto, la entrega total del pensamiento, precedida por la orden de alguien. También está la renuncia a uno mismo, la obligación de desatender al yo, trabajo, amigos, familia. Esto no sólo se da en el ámbito de la religión. A veces somos sectarios en el amor. Se le pide a alguien que abandone a los suyos. Eso es peligroso. No se puede amar a alguien descarnado.