Podemos estar satisfechos, se acertó con la contratación de Yaron Traub al frente de la Orquesta de Valencia. El concierto del viernes, inaugurando la temporada 2011-2012, lo evidenció. Se notaba el esfuerzo, realizado por todos, los seis años en el que todos han trabajado por la Orquesta de Valencia. ¿Nos acordamos ahora de aquella Orquesta tantas veces preocupada por cuestiones funcionariales? Nada tiene que ver con estos artistas satisfechos, que el viernes recogían los aplausos entusiastas de un público entregado y agradecido. Llamaba la atención las caras henchidas de los Músicos, de aquellos que antes eran funcionarios y ahora son Maestros.

Líbrenme todos los espíritus de hacer pensar que pretendo hacer una crítica musical. Solo pretendo compartir lo que sentí en ese concierto: satisfacción de tener en Valencia un Director como Traub y, como lo sentí, lo intento contar.

Inició el concierto inaugural con Prokofiev, con una obra realmente poco conocida. Me recordó las teorías de Zygmunt Bauman y el fluir de la vida. Reflexiones tan necesarias hoy en día en que el mundo parece que, constantemente, se nos escapa, difícil de entender, liquido, donde el fluir se convierte en estado natural y quien no fluye no vive, Pasajes de un lirismo tremendo y, otros, donde la fuerza crecía, hasta llegar a algún compás en el que Traub dirigía la magnífica línea de percusión de la Orquesta, como si fuera Cabo en escuadra mora. Traub se ha mimetizado en Valencia; se ha y nos ha enriquecido enormemente. Sus aportaciones en toda la comarca de La Marina son constantes y dejan huella de cómo se entrega.

Cuando todos, o algunos, estamos conmocionados con la noticia del anuncio de los pistoleros de ETA de que no asesinarán mas, cuando hay que alegrarse de que pueda cesar la diáspora de vascos que han tenido que abandonar Euskadi por miedo a unos pocos, cuando hay que alegrarse de que no vaya a caer nadie mas asesinado por un pistolero bajo pretexto de ideas políticas, pero, al mismo tiempo, junto con el júbilo que ello nos produce, la memoria no deja que olvidemos el amargo recuerdo de las victimas ya caídas, como Manolo Broseta o Pepe Casany, (por cierto, no olvidamos jamás el ignominioso tratamiento dado por los políticos de turno a su muerte)Éy tantos otros, conforta sentarse una tarde a escuchar un concierto dirigido por un judío de Tel Aviv, donde el solista es un palestino de Nazareth y, con ellos, disfrutar de la música de Mendelsohn, ver como la construyen , como la enlazan, como dialogan, como contestan, como crean las sutilezas, la elegancia, delicadeza, fuerza y dulzura con que fue representado el Concierto nº 1. Todo ello hizo que se evidenciaran, que "fluyeran" las ideas sobre la paz, sobre la vida, sobre la superaciónÉsobre el amor. Saleen Abboud, Yaron Traub y la Orquesta de Valencia nos trasportaron a territorios de paz que ojala perduren en nuestro espíritu y se trasladen al mundo entero.

Y finalizó el Concierto de Apertura de la Temporada con algo que siempre, por razones familiares, he tenido muy querido: Cuadros de una Exposición de Musorgsky. El tema reiterativo, es ya un tema familiar. Siempre la había escuchado en la orquestación de Ravel y en alguna ocasión la Stokosky y, por que no decirlo, el Promenade & Nomo de Emerson, Lake & PalmerÉ

Reconozco que en Valencia tocaba escuchar la orquestación de Gorchakov. Fue un regalo del Maestro Traub a Valencia, por su sexto año de convivencia y trabajo, así lo quise entender.

Y ese final de la obra de Musorgsky, la que refiere a la Puerta de Kiev que el viernes tenía aires de Plaza del Ayuntamiento. Cuantos salimos del Concierto salíamos henchidos, contentos, orgullosos de nuestra Orquesta y, casualidades, al finalizar el concierto, tras los muchos aplausos, coincidí con muchos de los Músicos en la barra de un establecimiento cercano al Palau. Comprobé lo que sospechaba: las caras de satisfacción de los músicos no eran imposturas, eran que se sabían Maestros y estaban satisfechos de serlo.