Capella Istropolitana

sociedad filarmónica

Petra Froese (soprano). Director: Robert Marecek. Obras de Britten, Schubert, Haydn, Strauss, Grieg y Haendel. Palau de la Música, 24 de octubre.

Fundada en 1983 por miembros de la Filarmónica Eslovaca, la Capella Istropolitana viene distinguiéndose en el terreno discográfico con varias grabaciones altamente estimadas por la crítica especializada. Ni por esas consiguió más que una pobrísima entrada en su debut para la Sociedad Filarmónica. Una lástima, pues se trata de una de las mejores orquestas de cámara con instrumentos "modernos" que hayan jamás pisado el estrado de la Iturbi.

Y dentro del magnífico concierto hubo dos interpretaciones absolutamente memorables. Tal fue, al final de la primera parte, la de la Sinfonía nº 49 de Haydn, a la que pocas veces habrá convenido más el subtítulo de La passione. Faltar sólo faltó la repetición de la exposición de un Adagio inicial por lo demás delicioso por la precisión e intensidad de sus fraseos.

Por lo menos el mismo nivel alcanzó, inmediatamente tras el descanso, la versión para orquesta de cuerdas (4, 4, 3, 3, 1) del sexteto antepuesto por Richard Strauss a su ópera Capriccio. El ajuste milimétrico de unos ataques realizados con máxima delicadeza produjo un discurso de tersura impecable que, como en Haydn, elevó los espíritus a un reino de entidades ideales.

Muchas bondades cabría predicar asimismo de una Sinfonía simple de Britten con más nervio o menos placidez que de ordinario (sobre todo en sus movimientos impares), y de una selección (siete números) de la Música acuática de Haendel sin fagotes pero con intervenciones muy historiadas del oboe en el Adagio e staccato.

La gran decepción la constituyeron las flojas prestaciones de la soprano en el Salve regina de Schubert y tres canciones de Grieg, dispuestos a modo de intermedios.

Su voz, áspera y desentonada, contrastó tanto más con la extraordinaria calidad que volvió a tener el acompañamiento. Los escasos espectadores obtuvieron tres propinas (de Johann Martin Kraus, Shostakovich y Piazzolla) que, por su entusiasmo, podrían haber sido muchas más.