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¿Cómo resume la experiencia de exponer en el IVAM?

Magnífica, por el trato recibido por la gente del museo y porque llevaba muchos años sin una individual de gran envergadura. Te permite mostrar al público que sigues vivo, revisar tu trabajo y redefinirlo en un nuevo mapa de conceptos, un nuevo orden de prioridades.

¿Supone también entrar en el arte oficial?

Imagino que sí. Exponer en el IVAM resitúa la mirada del público hacia tu trabajo. Supone que el artista ya ha cobrado una importancia y por eso está en este lugar. Para mí ha sido un escáner en profundidad de toda mi trayectoria: qué debía mostrar sin caer en lo ya conocido y sin olvidar lo hecho. En realidad, una exposición de este calibre hace que fabriques tus dianas y sepas dónde disparas.

Desde el barro del padre al dolor por la pérdida de la madre. ¿El artista ha de ser autobiográfico para ser sincero?

El arte surge de una necesidad, de lo que realmente te toca. Ese caudal de alta intensidad que reside en el territorio que habito, mi familia, mi taller, es donde está toda mi obra, triturada luego hacia códigos de recursos plásticos. La idea del peso en la materia me interesa mucho: me inquieta una pieza que no pese.

¿Echa de menos la frescura de los 80 o aquello eran sobre todo pompas de jabón?

Los 80 es un eslogan establecido desde el tiempo. Es verdad que en Valencia se produjo un vigor en la escultura. Hoy muchas de estas personas no están en activo o realizan una obra que no se muestra. Creo que, pasadas esas primeras luces, mi obra es más humilde en los recursos pero más certera. A partir de 1990, con la muerte de mi padre, hice tabla rasa con esos supuestos 80.

Su trabajo con bardos y bovedillas demuestra que hay otra "cultura del ladrillo", ¿no?

Un arquitecto utilizaría el ladrillo como elemento de tabicaje. Yo incorporo a esa idea de muro lo frágil que puede ser y la sensación de palacios de lo imaginario. En esos parámetros de lo indefinido me gusta vivir: no me gusta tomar posiciones que no sean sustituibles.

Dijo que la exposición le ha salvado al mostrar que está vivo. ¿Tan mal está el arte?

Uno de los pasos desde los 80 es la conciencia que vas tomando de lo difícil que es todo. Ser artista es difícil, vivir del arte ya es un sueño. Mantener tu pensamiento libre y coherente es complicado. No me interesa la decoración ni los protocolos formalistas; a otros les interesarán porque lo venden, pero no es mi caso. La obra me ha de reportar el viaje a lo desconocido. En este camino hacia la desaparición no tengo tiempo para hacer cosas que ya he hecho.

¿Hay demasiada prisa hoy por el éxito y llegar al museo?

Muchísima. La propia presión mediática dicta que todo, hasta lo más absurdo, se puede convertir en lo más brillante y es un gran error. En la universidad nos encargamos de que los estudiantes tomen conciencia de lo que cuesta y creo que la mayoría lo hace.

¿Qué le da la docencia, a parte de estabilidad económica?

Mucha vitalidad. Disfruto de decir a los estudiantes que pueden volar y que simplemente han de planteárselo con coherencia, honestidad y mucho esfuerzo.

¿El color en su producción reciente es síntoma de optimismo?

Es una manera de experimentar y no cerrar puertas. Si va a continuar o no, será el desarrollo en el taller el que lo diga. El artista no se hace mostrando una exposición, sino cada día en el taller.

¿Comprende a los sectores críticos con la dirección del IVAM o no ahora que expone?

No. Me gustaría que los sectores críticos del IVAM solo fueran críticos, pero creo que hay otros intereses que subyacen. Es cierto que se podría apuntar por menos cantidad de exposiciones y no tanta actividad, pero se cumple el programa de tres o cuatro exposiciones de alto nivel al año. Y la idea de apoyar el arte que se hace aquí es importante. No he conocido a ningún artista -crítico o no- y a ningún crítico de arte que renuncie a una invitación de exponer o comisariar en el IVAM, porque es una gran oportunidad.

Navarro (Castelló de Rugat, 1959) se crió entre el barro -su padre fabricaba ladrillos- y esa ha sido la materia para sus obras. El hoy profesor en la Facultad de Bellas Artes fue uno de los renovadores de la escultura valenciana en los 80 y en unos días cierra exposición en el IVAM: "un gozo", afirma, por "poder decir que sigo vivo".