Cuarteto Emerson

palau de la música (valencia)

Obras de Mozart, Beethoven y Bartók. 15 de enero.

Cuando oye los últimos cuartetos de Mozart, uno no puede evitar pensar que lo de Beethoven tampoco fue para tanto; cuando oye los de Beethoven, que lo de Bartók...; cuando oye a Bartók..." Difícil encontrar mejor ilustración para estas palabras de Otto Spielberg que este programa, ejemplarmente servido además por el Emerson en su quinta actuación en el Palau.

El monumental, excelso y ejecutivamente comprometido K. 590, que cierra el ciclo mozartiano, se tradujo con depurado refinamiento tímbrico y un empaste impecable hasta el logro de la ilusión de unidad de las diversas voces cuando así convenía. Completaron una versión de formidable profundidad detalles como la tremebunda acentuación con que se fraseó el primer compás del desarrollo en el inicial Allegro moderato, la flexibilidad rítmica de que se hizo gala en la exposición del jodler tirolés en el Minueto o el culminante frenesí del Allegro conclusivo.

El particular interés despertado por el Op. 135 en quienes hace cinco años habíamos asistido maravillados a la integral beethoveniana ofrecida por este grupo en la misma Rodrigo no se vio defraudado. Epílogo a la vez que suma con su agreste mezcla de humores y estilos, no deja de ser una obra relativamente breve y simple, con un movimiento lento de desarmante sinceridad y un final que parece seguir danzando hasta el infinito. Y fue con ese ánimo con el que se nos dio la oportunidad de disfrutar de una conversación a cuatro en la que no faltaron aquellos momentos de pugna y desafío que también se hacen evidentes por ejemplo en los nonfinitos escultóricos de un Miguel Ángel.

Para terminar, un Quinto -no estrictamente último sino penúltimo- de Bartók abordado con precisión, energía y controlado poderío rítmico, más afinación exacta. Todo en él se dijo con elocuencia, nada con precipitación. En el primero de los dos movimientos lentos se suspiró, en el segundo se fue ascendiendo tersamente hasta la vorágine. El humor se impuso en el Scherzo antes de perderse en una noche de la que nos despertó la variedad de que se supo dotar al final. Toda una lección camerística.