Los dos grandes contenedores de exposiciones temporales de arte en la ciudad de Valencia no atraviesan momentos espectaculares. Solo hace falta un breve paseo por el Centre del Carme y el IVAM para percatarse del ambiente gris de estos tiempos de crisis, ajustes y más recortes.

El viejo monasterio carmelita, que desde hace poco dirige Felipe Garín, está huérfano de cualquier actividad tras las vacaciones navideñas. Sus espectaculares espacios rehabilitados y abiertos en 2011 -el comedor y el dormitorio del antiguo convento- están vacíos, sin exposición alguna que le den vida. Tras el gallego Darío Basso (el último artista que mostró su obra), el silencio. Solo el minúsculo habitáculo dedicado de manera permanente a Joaquín Sorolla -exhibe Comiendo en la barca- impide que la decepción del visitante sea total.

Ni las grandes naves citadas, ni la sala Ferreres, ni las dos salas de exposiciones temporales albergan obra de arte alguna. Eso sí, como advierte el amable personal de recepción, el visitante puede pasearlas si quiere, aunque estén vacías. Solo el gabinete que depende de la Institución Sorolla de Investigación y Estudios y el aula capitular, con las maquetas y audiovisuales que recuerdan la historia del edificio, tienen vida expositiva estos días. Lejos parece ya el esplendor de la Belle Époque (el de la muestra de retratos que sirvió para inaugurar en 2011 la ampliación del Centre del Carme). Habrá que esperar a ver si se concreta el esperado acuerdo con una entidad bancaria, pero las obras sociales no pasan tampoco una etapa boyante.

El IVAM no está -ni mucho menos- igual, aunque en los últimos tiempos también ha recurrido, como el Centre del Carme en 2011, a las prórrogas de exposiciones en curso. Dos ejemplos: la dedicada a José Manuel Ciria tenía previsto cerrar el 8 de enero, pero sigue abierta,en principio, hasta el próximo domingo, y la que rescata obras de Ignacio Pinazo de la colección del museo tenía como fecha de cierre el 29 de este mes, pero un rótulo superpuesto en el cartel de la fachada advierte que se podrá ver hasta el 5 de febrero.

Junto a ellos, el visitante que acuda hoy al IVAM se encuentra muestras de Claudio Zirotti, Gianluigi Colin y Arturo Berned -se inaugura hoy-, tres artistas sin una extensa trayectoria. Las galerías 1 y 4 están ahora vacías. Sin ánimo de comparaciones artísticas, a finales de enero y principios de febrero de 2011 el IVAM exhibía muestras de Jasper Johns, David Smith o la colección Christian Stein. Entonces se avecinaban elecciones autonómicas, hoy son tiempos de restricciones.

Con todo, el secretario autonómico de Cultura de la Generalitat, Rafael Ripoll, aseguró ayer que este departamento no tiene previsto realizar nuevos ajustes en el IVAM.

El museo que dirige Consuelo Císcar, no obstante, se ve afectado por el último paquete de medidas del Consell, dirigido al personal interino, que es una parte importante de la plantilla. La gerencia del centro se comprometió en una reunión reciente con los empleados a defender todos los puestos de trabajo.

La línea recta del arquitecto Berned

"Ojalá la línea recta pensara en mí la décima parte de lo que yo pienso en ella". La cita de Arturo Berned (Madrid, 1966) cierra el recorrido por la exposición -presentada ayer y que se inaugura hoy- que le dedica el IVAM, con patrocinio de Fundación Iberdrola y Ungría. Berned es un arquitecto (fue director de obras del estudio Lamela, el de la T4 de Barajas o la ampliación del Bernabéu) de vocación escultor que desde 2003 se dedica por completo a esta actividad artística. A la vista de su hoja de servicios, la del IVAM es su exposición más importante hasta la fecha. Con todo, el artista no aspira a afianzarse en los circuitos del arte con la muestra, porque "una exposición no consolida, sino el trabajo", afirma.

Geometría, líneas y ángulos rectos; simetría y equilibrio; leyes matemáticas transfiguradas en materia metálica. Es el credo abstracto de Berned, cuyas piezas de acero -se exponen 60, algunas de gran tamaño en la explanada en el IVAM- evocan a figuras hispanas como Chillida, Oteiza o el cercano Miquel Navarro. El propio Berned añadió ayer los nombres de Palazuelo o Barragán. La limpieza de acabados y superficies, las sobrias texturas, trasladan a referencias minimalistas. El efectivo juego de luces y sombras del montaje invita al sosiego y a ir más allá del frío acero.