Y entonces apareció Xavi Castillo, sacó el látigo y así hasta hoy.

Siempre he estado ahí, aunque la polémica me haya acompañado ultimamente más a menudo y parezca que esté más presente. Pero ante todo hago lo que me gusta. Soy producto de una época, de un tipo de teatro de Alcoi, de la generación de La Cassola. Me gustaba el teatro, comencé haciendo cositas, dejé poco a poco los estudios y ahí sigo.

¿Ser autodidacta le ha dado más libertad a la hora de poder ser Xavi Castillo o cree que si hubiera pasado por una escuela de formación actoral su ímpetu sería distinto?

A mi manera he tenido escuela: Pep Cortes, Juli Cantó... ellos fueron mi escuela.

Pero no deja de ser para muchos un outsider, alguien que va a lo suyo con la rebeldía por bandera mientras la profesión va a lo de ellos.

Más que outsider diría que soy un poco burrote.

Vale, un bicho raro.

Ahí sí. Somos una compañía rara. Llevamos mucho tiempo haciendo un tipo de humor que funciona, pero no estamos pendientes de subvenciones, ni de ayudas, ni de nada de eso. Trabajamos mucho y se nos junta el trabajo con los problemas, la censura, el veto de los alcaldes...

Por algo será. No todo es humor.

He reflexionado mucho sobre el tema de los gags, lo que produce o no risa, y siempre he llegado a la conclusión de que nosotros no tenemos miedo a cruzar la línea. En el humor hay una línea que muchos piensan que es delicado cruzarla. Esa línea siempre ha existido. Es lo que diferencia un teatro políticamente correcto del animalot.

El suyo es totalmente y políticamente más que incorrecto. Sin fronteras.

Exacto. Pero es que yo quiero cruzar esa línea.

¿La cruza sólo por una cuestión personal o es el público el que pide más?

Hay ocasiones que no se hace de forma consciente. No es que tenga las cosas medidas o las prepare, simplemente no lo puedo evitar. Funciono como soy. Digo lo que pienso y lo que se me ocurre. Pero, para el público, cuanto más cochino seas, más incorrecto seas, cuanto más vea al político haciendo de las suyas, pues mejor.

¿Nosotros, porque va con nuestro carácter, o cualquier sociedad?

Creo que cualquier sociedad. Está claro que fuera de aquí existe la visión de que somos más chabacanos, más abiertos, pero hace poco estuve un mes trabajando en Barcelona y funcionaba igual. Lo que sucede es que al explicar allí lo de aquí como es tan heavy, pues...Pero no creo que exista un lenguaje valenciano.

¿Qué cree que pensarán los políticos a los que azota sobre su forma de verlos?

Los políticos tienen muy poco sentido del humor. Cuando los ves más de cerca lo notas, te convences todavía más. A Rus, por ejemplo, le gusta ser campechano o tocar la batería. Fabra cuenta chistes picantes, pero les jode que les hagas una parodia en la cara.

¿No le han llegado ningún mensaje privado de alguno de ellos en forma de aviso?

Algún comentario sí, aunque de gente que ha estado con ellos. Rus dicen que dice que me he hecho rico gracias a él. (ríe)

Tiene una alineación de políticos que son fijos cada partido: Rita, Costa, Camps, Rus, Carlos Fabra...¿Qué le han hecho?

Es que creativamente son espectaculares. Y eso es lo que reivindico. Para el teatro que hago son un material creativo inmenso. Abres el periódico, miras y está ahí. Por eso no doy abasto. Este mundo es una gran paradoja y desde las últimas elecciones más. Nos reímos de ellos, pero les apoyamos. He actuado en auditorios donde sabía que la mitad del público era del PP y se seguían riendo como si fuera con ellos.

¿Hay un sentido del humor de derechas y otro de izquierdas?

No. En general la clase política no tiene sentido del humor. Tiene actitud de prepotencia. Viven en su mundo. Las experiencias que he tenido en algún acto político no han sido buenas porque he visto el poco sentido del humor que tienen. A Alarte tampoco le gustan mis bromas. Por eso llegó un momento en mi carrera profesional que me negué a participar en campañas electorales. Y en elecciones llaman todos. Pero nunca iría, no porque podría sentirme utilizado, sino porque no me gustaba la actitud que adoptaban los políticos.

Está el 15M y aparece usted; hay lío en Cabanyal y allá vamos. Comienza el juicio Gürtel y la monta a las puertas de la Audiencia. Algunos pensarán que también hay algo de oportunismo.

De entrada, no soy una persona muy corporativa. Me cuesta mucho estar en colectivos, pero también me gusta estar al tanto de lo que pasa. No hay oportunismo. Son sólo ganas de ver lo que sucede para después poder canalizarlo en los espectáculos. Yo lo llamaría inquietud creativa, aunque también considere injustos muchos de los temas en lo que he participado.

Y ahora todos son monogolistas.

Pero aún así, lo que tenía muy claro cuando empecé a hacer monólogos es que lo mío eran ejercicios teatrales. Si metía a políticos en mis temas era porque me hacían reír de verdad. No lo hice como una jugada comercial. Lo que he tenido siempre claro es que yo no soy del Club de la Comedia, ni del standar comedy.

Antes hablaba de los límites, pero siempre existirá algún tope o quedará, al final, la autocensura. Hay temas que no dejan aún de ser tabúes en nuestra sociedad. ¿No hay de verdad límite?

No creo en la autocensura, aunque hay mucha gente que de entrada se coloca en ese papel. Yo no me pongo en él, aunque haya temas delicados como la Iglesia o la monarquía. No entiendo porqué no podemos hacer humor de la monarquía cuando en Inglaterra se ríen de su reina y no pasa nada.

¿Cree que alguno de los que forman parte de sus espectáculos aguantaría sentado hasta el final? ¿Quién sería el primero en levantarse?

No lo sé, pero sería estupendo poder actuar para Rita, aunque no creo que se riera mucho.

Desaparecidos de la primera línea ya algunos clásicos, personajes como Alberto Fabra, Chacón, Pajín, Mata, Puig o Rajoy no le van a dar tanto juego.

Es cierto, resultan más sosos. Pero por suerte no soy un imitador sino que ellos aparecen en mis historias, y si aparecen, aparecen. Lo que intento es sacarle la punta cómica a cada uno de los personajes. El día que tomé conciencia real de lo que estaba haciendo en el terreno teatral fue con la polémica aquella de la caricatura de Zaplana. Ahí me di cuenta de lo que hacía

¿Y eso?

Pues porque se realizaron unas declaraciones desde la dirección de Teatres de la Generalitat indicando que no se podía permitir que se efectuaran burlas de nuestros políticos. Y a mí eso me impactó porque significaba cargarse el verdadero sentido del teatro y de la libertad de expresión.

No teme agotar el recurso.

Soy de los de anar fent y este momento el objetivo es desarrollar el campo del audiovisual como estamos haciendo con Levante TV. El audiovisual es muy interesante.

Y usted, por cierto, ¿de qué se ríe?

(Ríe) Yo me río de todo porque reírse va muy bien.