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"Don Giovanni"

palau de les arts reina sofía (valencia)

Director, Zubi Metha; dirección de escena, Jonathan Miller.

a producción que ahora hemos visto debería de haberse estrenado en diciembre de 2006. Ello no fue posible, pues una grave avería en la maquinaria escénica inutilizó buena parte del escenario, representándose, desde el punto de vista escénico, una "casi" versión de concierto.

Visto lo visto, lo cierto es que no perdimos mucho en aquella ocasión. La escenografía consiste en un decorado único conformado por un "patio de honor" cuadrado, con tres fachadas y la cuarta -la célebre cuarta pared- abierta al público. Las "fachadas" fúnebres a más no poder, con lo que, desde el primer cuadro, ya estamos en el cementerio. Como se comprenderá, con tal "alarde", no había manera de saber si estamos en Sevilla, en el palacio de Don Giovanni; dentro o fuera; o si es de día o de noche.

La dirección de actores o fue inexistente o se impuso un estilo acartonado y caduco. No sé lo que es peor. El responsable del desaguisado, el afamado y veterano Jonathan Miller, que siguió el espectáculo desde el patio de butacas, salió a saludar y obtuvo un merecido abucheo. La sosería de la puesta en escena se contagió a la parte musical.

Tras una magnífica obertura, parece que el maestro Metha se limitó a que todo sonase bien pero con un distanciamiento helador.

La orquesta, como nos tiene acostumbrados, estuvo muy bien e, incluso, brillante en el complicado final del primer acto. En cuanto a los cantantes, en ningún momento asumieron que el libreto de Da Ponte es sencillamente genial y que por sí solo, sin música, ya es una gran obra dramática.

Faltó alma y verdad. Con matices, evidentemente. Don Giovanni (Nicola Ulivieri) estuvo correcto en el canto y convincente en los recitativos. Su contrapartida, Leporello (David Bizic) cumplió y estuvo muy bien en su aria, la del catálogo. El Don Otavio de Dimitri Korchak -al que ya pudimos admirar en la reciente Cenerentola- fue, musicalmente, lo mejor de la noche. Canto expresivo, elevado, atento a los sutiles matices mozartianos. El Comendador (Alexander Tsymbalyuk) impresionante, muy puesto en su fantasmal cometido. Las tres mujeres decepcionaron. Todas, por su falta de expresividad. A Doña Anna (Anna Samuil) parecía que igual le daba que su padre muriese o resucitase. Todo sonaba igual, con un vibrado continuo. Además, tras sufrir el intento -o más que un intento, vaya usted a saber- de violación en su habitación, sale a la calle completamente trajeada, como si viniese de un sarao. Asesinado el padre, vuelve a aparecer con el mismo esplendoroso traje blanco. Sólo en el segundo acto comparece de luto. Sonia Ganassi no pudo con el papelón de Doña Elvira y Rosa Feola, que tiene una hermosa voz, fue incapaz de proyectarla y caracterizar la ingenua coquetería de Zerlina. Simon Lin compuso un Masseto olvidable. El coro, en su limitada intervención, cumplió sobradamente.