«Pinter & Politics»

Teatro Círculo (valencia)

De Harold Pinter. Int: Mª José Pallás Gargallo, Vicent Grande Roig, Josep Vicent Asensi, Caroline María Becker. Iluminación: Josep Vicent Asensi. Dramaturgia y dirección: Pablo Corral Gómez. Producción: El cant del Cigne.

En 2005, Harold Pinter recibió, a sus 75 años, de forma inesperada, el Nobel de Literatura. Convaleciente de la enfermedad que arrastraba tres años, grabó un vídeo con el discurso de agradecimiento para la Academia Sueca (Art, Truth & Politics). Pablo Corral Gómez recoge dicho discurso, y lo inserta en un trabajo dramatúrgico junto a dos obras, La última copa y Polvo eres, de la etapa en la que el autor inglés comienza a mostrar su cara más comprometida con la política.

Comienza, pero sin llegar nunca a dar el paso a lo explícito, porque, en ambas, sigue manteniendo intacto su particular poética, su modo de llegar a las palabras en aquello que ocultan, niegan y tergiversan, en aquello que esconde otra lógica implacable, aunque no evidente ni siempre realista, que obliga al espectador a ejercitar la desconfianza y el desciframiento. En estos casos, la palabra agudiza las relaciones de poder, en una pareja, y en un interrogatorio.

Todo ello queda en campo del arte, porque, como dice el propio Pinter en el señalado discurso que no tiene desperdicio, si la verdad y la mentira nunca están claras en ese ámbito, como ciudadano sí que hay que descubrir las mentiras de la política. Por ello se centra en la gran mentira de los últimos años, la Guerra de Iraq. Unas imágenes que redondean, en esta bella composición teatral, a las otras, las de unos textos a los que Corral les ha otorgado una atmósfera especial, tanto sonora como en la notable interpretación de los actores que se recrean en las palabras y en una profunda gestualidad.

Hace tiempo pensaba que Pinter debiera de hacerse de una manera radicalmente naturalista, hoy voy creyendo más en una necesaria teatralidad. Y la opción de Corral me recuerda a Ronald Laing, y su interpretación de las relaciones personales en términos de opacidad. Los seres humanos, venía a decir Laing, son invisibles entre sí. Lo visible, en este caso, es el horror de la opresión, tamizada por una inquietante poética, textual, pero también escénica.