¿Por dónde anda Mariscal?

Profesionalmente, en un momento muy duro. La pasada primavera tuvimos que admitir una realidad. El estudio perdía mucho dinero y un equipo que estaba funcionando como una familia hubo que destruirlo. Anímicamente, me afectó, me ha tocado mucho. Hubo una bajada de persianas y una caída de clientes importante dentro y fuera de España. Nos pilló muy desprevenidos.

Así que ha tenido que reinventarse.

En cierto sentido sí. He tenido que dar nuevos pasos y sobre todo empezar a ver qué sucede por otros mercados. Nunca había ido a Brasil o a Chile a tratar de comunicar lo que hago. En muchos lugares existe una imagen del estudio Mariscal como algo inalcanzable o muy caro. Todo esto ha supuesto una forma de volver a empezar.

Su carrera siempre ha sido una sucesión de riesgos. Ha tenido fama de jugársela abiertamente si creía en algo.

Sí. La imagen que tengo de mi vida es la de tirarme por precipicios sin saber si debajo hay agua o una colchoneta. En ese sentido, mi actitud siempre ha sido enfermiza, de querer asumir riesgos, de reinventar e inventar de forma continua. Nunca olvido que mi profesión es una de las más antiguas de la humanidad. El hombre comenzó a comunicarse con gráficas.

¿Qué ha salido de nuevo?

Ultimamente estoy muy metido en temas de nuevos programas de dibujo y animación. Las tabletas me resultan un instrumento fantástico. También estoy con muebles y complementos.

¿Entonces, para los fans, nada de tebeos, ni de pinturas?

Me apetece, pero dibujar un tebeo supone tener que aislarte un año y ahora no lo puedo hacer.

¿Nos hemos quedado anticuados?

No creo. Hay cosas buenísimas por ahí y me sigue sorprendiendo mucho el trabajo de los demás.

¿Llegó a soñar que «Chico & Rita» llegaría a competir por un Oscar?

No. Esperaba que diera dinero y que la gente fuera a verla.

Ve, otro caso en el que se la ha jugado profesional y económicamente.

Muchísimo, porque además es de un cajón que no existe: dibujos animados para adultos. Hoy el mundo es muy estándar y si no hay un cajón donde situar una película los distribuidores y el publico general...

¿Qué quiere decir?

Pues que aún has de convencer al espectador y al distribuidor. Los dibujos animados todavía se entienden como un producto de Navidad y para niños, y una película para adultos, sobre la Cuba de los cincuenta y con una historia de amor cuesta de explicar.

¿Cree que el mercado español no les ha entendido?

Hemos tenido las mejores críticas y nunca una película ha tenido una difusión gratuita tan importante. Hubo un apoyo masivo de los medios, pero si en una ciudad sólo la dejan en cartel cinco días...

Por lo que deja entrever, creo que no volvería a intentarlo.

Sí que lo haría, aunque hemos tenido un problema. Al público le cuesta ir a la taquilla y nosotros nos la hemos jugado. En el cine existe una regla de oro. Santiago Segura ya me dijo una vez: Xavi, hasta que yo no tengo todo el dinero para para hacer una película, no ruedo. Nadie nos ha pagado a Fernando y mí por un trabajo de seis años y además hemos puesto nuestro dinero. Y ahora tengo 62 años, tres hijos y un nieto.

También ha dicho que con «Chico & Rita» esperaba que la gente dejara de recordarle por Cobi.

Sí. Cobi fue una solución a un problema de comunicación en un momento concreto. Pero si hay otro evento de cualquier tipo y veo que alguna de mis ideas tiene opciones no dudaría en repetir.

Cobi fue muy moderno para su día. ¿Cada momento tiene su grafismo o es sólo atrevimiento e imaginación?

Cobi fue rompedor para mentes conservadoras. Nuestro trabajo consiste en estirar el lenguaje y buscar siempre un punto de modernidad.

Muchos creen que el diseño se ha hecho algo conservador, como los tiempos que corren.

Yo no lo soy.

¿No me dirá que le gusta el logotipo de la candidatura para las Olimpiadas de Madrid 2020?

Estos días nos hemos reído mucho. ¿No ha visto mi versión?

¿Eso es lo que realmente quieren las instituciones?

Pero no le daría tanta importancia a un logotipo en sí porque cualquiera puede funcionar. Lo que se ha de valorar es porqué un trabajo que ha ganado un concurso después se han de inventar una cláusula y una empresa de comunicación puede cambiar la imagen del proyecto ganador. Eso sí me parece una falta de seguridad. Lo que es importante en este trabajo es cómo se presenta la candidatura, la filosofía y el proyecto.

¿Cómo anda su relación con el poder?

Afortunadamente no tengo relación con el poder, aunque cada vez que veo un coche oficial me pongo a parir. El otro día hubo uno mal aparcado durante horas frente a la casa de mi hija y no pasó nada.

¿Sólo a parir?

Se pasan muchísimo. Una cosa es que el consejo de administración de una empresa privada adopte una decisión y otra que los políticos hayan convertido la política en un oficio y sea un colectivo que cada día se blinda más y de manera exageradísima. Parece que tienen impunidad. A partir de ahí, no se dan cuenta de que cada vez nos representan menos.

Alguna forma habrá de poder quitarlos de en medio, por lo menos para poder ver caras nuevas.

Hace poco realicé la imagen gráfica de una nueva ley sobre derechos de la infancia. Me invitaron a la presentación política y estuve dos horas y media escuchando lo mismo. Estamos perdiendo mucho dinero público, tiempo y energías con formas y discursos que son del siglo XIX. Y esto, multiplicado por autonomías y Madrid... Desde hace cuatro meses no escucho la radio ni quiero saber nada de nada. Me niego. Ya no me duermo escuchando la radio. He llegado al convencimiento de que en este país seis o siete personas deciden de qué han de hablar los españoles al día siguiente. Y a mí todo eso ya no me interesa.

¿Y si le dan el Oscar qué?

Lo agradeceré mucho. Pero no me asusta.

Puede ser el golpe de suerte que siempre le sale al final del camino.

El Oscar no cambiará mi vida. Ahora ya, para nada. Si nos dan el Oscar al menos espero que la película se distribuya en toda Latinoamérica, su espacio natural. Me duele mucho que allí todavía no se haya visto.

jrsegui@epi.es