El año 1962 marcó un antes y un después en la dimensión de Fuster. Le trajo, al poco, problemas con la censura, el veto en la prensa y situarse en el punto de mira de la dictadura y la cultura oficial. En el otro lado de la balanza, premios de prestigio y la consolidación como intelectual de referencia para las generaciones nacidas después de la guerra. Al inicio de 2012, el mundo universitario valenciano contempla "Nosaltres els valencians" como "un libro vigente, que aún se reedita y con un público lector que lo visita". La afirmación es del coordinador de la Cátedra Joan Fuster de la Universitat, Ferran Carbó.

El profesor considera que las revisiones críticas y opiniones dispares que la obra ha suscitado no invalidan el juicio, pues "era la dimensión que Fuster pretendía, que fuera punto de partida".

Carbó moderó en la tarde de ayer una mesa redonda sobre el libro. Uno de los participantes fue Vicent Pitarch, para quien el diagnóstico de "una comunidad invertebrada por el fracaso de sus clases dirigentes al renegar de la lengua y practicar la genuflexión frente al poder central" es de "plena actualidad". "La lucidez, capacidad crítica y voluntad de romper con los tópicos es absolutamente vigente", agregó el profesor. En el acto participaron también Joaquim Molas, Francesc de P. Burguera y Antoni Furió.a. g.valencia

No es exagerado decir que Nosaltres els valencians es la edición más importante en el ámbito catalán en la segunda mitad del siglo XX. Más de treinta ediciones y tres traducciones al español -y durante más de diez estuvo prohibida- lo demuestran; también la influencia en sucesivas generaciones de universitarios. Como suele pasar en casos así, fue un libro de encargo (el primero de Edicions 62 y el que cimentó la trayectoria y solvencia posterior de la empresa), escrito en pocos meses y surgido del modesto esfuerzo de Joan Fuster (Sueca, 1922 - 1992) por "aclararme a mí mismo, en reflexión solitaria, las causas de nuestro fracaso como pueblo". De aquel impacto han transcurrido 50 años y la Universitat de València lo recuerda ahora con una muestra que abre un programa de conmemoraciones que se extenderá durante todo el año.

Tras batallas de Valencia, revisiones académicas de su pensamiento, terceras vías, experiencias bicolor y tricolor, ya sea sin estrella o estrelladas, posfusterianismo y antifusterianismoÉ, los acercamientos a la obra símbolo del ensayista han tendido a oscilar entre la demonización y la melancolía de unas tesis preñadas de utopía. La Universitat pretende alejarse de ello, en la medida que sea posible en todo proyecto donde predomina el blanco y negro. "No es una exposición de nostalgia. La obra tiene plena vigencia hoy", dijo ayer el vicerrector de Cultura, Antonio Ariño, que resucitó a Adorno para sentenciar que "el pasado hay que mirarlo para rescatar esperanzas. Nosotros queremos rescatar las esperanzas y los propósitos de Fuster".

La muestra exprime la abundancia documental del legado de Fuster -fruto de su meticulosidad en la conservación de casi todo de lo que le concernía-, para mostrar al autor anterior a Nosaltres els valencians (desde la estampita de la Primera Comunión a uno de los primeros inventarios de su biblioteca o las fotos de los aplecs montañeros con jóvenes) y rastrear la gestación de la obra. Se puede observar el mecanóscrito con anotaciones a mano o el convenio con Edicions 62 para la publicación (10.000 pesetas por 4.000 ejemplares, aunque la tirada parece que fue de 2.000), que no excluye el humor (por cada reedición el autor dará al empresario, Max Cahner, un "titot").

La posición de la censura cierra esta primera parte de la exposición. Es el paso del menosprecio ("no tendrá consecuencias porque el pueblo valenciano no piensa así", dice un informe censor con palabras no se sabe si más proféticas que erráticas) a la persecución por "carácter disolvente" y "cariz separatista" que derivará años después en el atentado con bomba en su domicilio. Entre medias, la polémica en la prensa local en torno al presunto antivalencianismo de Fuster y que no tuvo como pretexto, curiosamente, Nosaltres els valencians, sino otra de aquel fecundo 1962: El País Valenciano.

Distintas obras de arte de la colección Fuster (Renau, Armengol, Miró, Manolo Gil, Alfaro, Equipo Crónica, Saura, Ràfols Casamada o unos dibujos del poeta Carlos Edmundo de Ory hallados recientemente en una carpeta) ocupan la segunda parte de la muestra, una producción universitaria -sin apoyo de la Generalitat- que viajará a Castelló, Gandia, Sueca y, posiblemente, Alicante y Barcelona.

Uno de los comisarios, el profesor Francesc Pérez i Moragon, recordó asimismo que la Casa Fuster en Sueca no es aún totalmente accesible al público.

Que Nosaltres els valencians no era un libro cualquiera lo dijo ya Josep Pla en junio de 1962 (un mes después de aparecer) en aquel artículo en el que etiquetó al sedentario Fuster de "hombre de acción". Decir que es "un libro importante es decir muy poca cosa", aseveró antes de vaticinar que la obra "durará muchos años", porque "plantea un problema de conciencia colectivo". Ya van 50 años y en ello estamos.