Las conclusiones obtenidas sobre la copia de la Gioconda del Museo del Prado permiten imaginar a Leonardo da Vinci en su taller, pintando a la Mona Lisa, mientras uno de sus discípulos de mayor confianza-se cree que podría ser Yáñez de la Almedina, discípulo en esa etapa del florentino y autor del retablo del alta mayor de la Catedral de Valencia junto a Fernando Llanos- ejecutaba, siguiendo los pasos del maestro, esta otra obra. Desde el dibujo preparatorio hasta casi los últimos estadios, el discípulo, trabajando junto al caballete del maestro, repitió el proceso creativo en todos sus pasos, aunque sin pretender hacer pasar esta obra por la original que se muestra en el Museo del Louvre.

La restauración llevada a cabo en el Prado, en la que se ha eliminado el repinte negro que cubría el fondo y se ha recuperado el paisaje original, ha despertado gran interés entre los expertos y los medios de comunicación de todo el mundo, que llenaron ayer el auditorio durante la presentación de la obra, que luce en su forma original en la sala 49 del museo.

Los estudios y la posterior restauración evidencian un proceso paralelo de elaboración de las obras del Prado y del Louvre.

Las figuras son prácticamente iguales en dimensiones y formas y cada una de las correcciones del dibujo original se repiten en la obra del Prado: la transformación del contorno de la cintura, la posición de los dedos, el contorno del velo y el de la cabeza e incluso ajustes de los perfiles de las mejillas y el cuello. Los estudios sobre el duplicado permiten comprobar que el autor de la tabla dibujó los mismos elementos que Leonardo, incluso los que nos son visibles en la superficie pictórica.

La piezas estará ahora una semanas expuesta en Madrid y el 29 de este mes se confrontará en París con la original.