Camino de los cien años pero en plena actividad y repleto de vitalidad.

Ahora estoy todo el día de trofeos. Pero sí, estoy orgulloso. Aunque no he ganado mucho dinero he vivido muy bien, como un rico. Le hacía caso a Luis Miguel Dominguín. Tú con los ricos, me decía. He vivido rodeado de figuras del toreo, de ministros; he conocido a Flemming, Hemingway, Franco, Welles, Ava Gardner... Ha sido un orgullo.

¿Por qué se hizo fotógrafo?

Nací en Alicante. Mi padre tenía un balneario. Él había sido novillero. Yo enseñaba a nadar. Era mi profesión. Llegó la guerra y mi padre se fue al frente. Cuando entraron los columnistas venían a mi casa a comer, pero no les cobraba. Un día me fui al cuartel. Al llegar allí me amenazaron con fusilarme. Era un comisario político.

¿Qué hizo?

Le respondí que cuando saliera del cuartel le metería las nueves balas de mi pistola en el estómago. No se atrevió a salir. Me desplacé a Madrid. Nada más llegar me fui a casa de un amigo y en su boardilla estuve tres años escondido. Yo les oía cómo me buscaban por la casa. Me salvé porque no subieron. Allí descubrí las cámaras porque a mi amigo le gustaba mucho la fotografía. Como no tenía nada que hacer, comencé a aficionarme y a relacionarme con la cámara de fotografiar.

Pero usted lo que quería era ser torero.

Estaba deseando que acabara la guerra para dedicarme a los toros. Toree para la FAI, para los comunistas, hasta que un toro me cogió por los testículos.

¿Por qué no consiguió su sueño?

La Guerra me quitó tres años de mi vida. Toree hasta 1943. Después iba a los toros con una cámara para la que habíamos inventado un zoom con unos tubos. La gente se reía de aquel aparato. Comenzaron a ver mis fotos y los toreros preguntaba quién había hecho aquellas fotografías. En Madrid había cuarenta fotógrafos muy buenos, pero ninguno de ellos sabía el momento justo de tirar la foto. Yo sí porque antes había sido torero.

¡Menudos tiempos Canito!

Sí. Me llamaba Domingo Ortega, Pepe Luis Vázquez, Dominguín, Manolete...Querían que les siguiera. Ahí empecé a ir hacia arriba.

Pero antes fue boxeador. Qué cambio de trayectoria más sorprendente.

Es que con 17 años venían al balneario los campeones de boxeo de Levante. Me gustaba aquello. Aunque pequeñito, yo era muy fuerte. Me estuve preparando un año para ir a un campeonato en Barcelona. Mi padre me dijo: “Si vas a Barcelona y no vuelves con el título, aquí no entras más?. Lo pensé y no fui. Me libré de un palizón. En mi vida sólo me he pegado dos veces, pero tengo el orgullo de decir que los dejé KO.

¿Por qué eran tan distintos entonces los toreros?

Porque eran hombres “cuajaos” y después de los toros nos íbamos de juerga con las gachís. Ahora es otra cosa. Hoy los toreros no dejan huella. Son otra historia. Antes daba gusto ir con ellos. Se atrevían con cosas que hoy nadie se atreve.

Durante años fue mano derecha de Dominguín. ¿Hay más leyenda o verdad?

Como torero, Dominguín era uno de los más grandes. Yo tuve la suerte de criarme con los Dominguín, con los Bienvenida.

¿Pero quién era el más admirable?

Sin duda, Manolete.

Dicen que era muy serio y muy noble.

Era una persona muy seria pero muy agradable. Era un cordobés con gracia y le gustaba estar con los amigos A él no le gustaban las marquesas, ni las duquesas. Le gustaba salir con el apoderado, con la cuadrilla.

¿Si no buscaba la fama a qué aspiraba?

A torear. Manolete se arrimaba igual en Chinchón que en Catarroja. Era un valiente.

¿Antes eran más valientes los toreros?

Sí. Eran todos muy buenos... Pepe Luis Vázquez, que se ha quedado ciego, Marín Vázquez...eran todos muy grandes.

Usted fotografió la muerte de Manolete. Fue el único que lo logró y estuvo en la enfermería con él. Debió de ser muy duro todo aquello, un drama auténtico.

Sí. Yo había reñido con Dominguín porque tardaba mucho en pagarme. Cobraba dos pesetas por fotografía y diez mil por reportaje. Dominguín me dijo de irnos a Linares, hacer una turné por Andalucía y que después me pagaría.

Y aceptó, claro, aunque le debía dinero.

Estábamos en el hotel y escuché a Manolete pegar gritos. Tenía problemas con la familia. Cuando se marcharon me acerqué a su habitación. Estaba nervioso. Me senté a su lado. Él estaba acostado. Comenzó a preguntarme por mi edad, por mis hijos. Se reía conmigo pese a la bronca que había tenido. Me preguntó cómo había sido yo como torero. Le respondí que muy malo porque me cogían siempre los toros. Me contestó que no era malo sino que me cogían porque me quedaba quieto.

Eso es lo mejor que se le puede decir a un torero.

Sí. Le he llorado más que a mi padre. Nunca hablaba mal de nadie ni dejaba que nadie lo hiciera.

Supongo que la situación cuando entró herido en la enfermería sería de mucha tensión.

Mucha. Había dos camas. Se cayó de la primera porque se hundió. Él estaba un poco consciente. Hasta se fumó medio cigarrillo. Movía la cabeza. Era una locura de gente. El mozo segundo me dio la ropa. Le hicieron una transfusión. Yo me quedé con la goma puesta para que me sacaran también sangre.

Algunos dicen que la sangre que trajeron fue la que acabó con su vida.

No. Era un hombre muy débil, muy delicado. Cuando le hicieron la transfusión dijo: “no veo, no veo”. Ahí se quedó. Llegó la Lupe Sino, pero no le dejaron entrar porque para ella sería un shock. Le hice la foto con el pañuelo cerrándole la boca. La sangre había traspasado el colchón y por el ruido, al golpear en el suelo, parecía que estaba lloviendo.

¿Recuerda cuánto le pagaron por aquella fotografía?

La prensa del Movimiento me robó. Querían pagar la foto como otra cualquiera, a mil pesetas.

¿Guardará los negativos como oro en paño?

Lo tengo bien guardado. De eso voy viviendo. Mire,—enseña una fotografía— esta foto le costó a José Tomás quinientas mil pesetas. Y eso que reñí con él.

¿Con el maestro, con lo callado que es?

Pues sí, porque un día me preguntó por qué iba yo diciendo por ahí que a Manolete le había matado un error. Le contesté que él mataba toros afeitaos y yo los había matado con cien kilos más y sin afeitar. Manolete se situó mal a la hora de entrar a matar. Luego nos vimos en otra plaza y Tomás me pidió que le vendiera la mejor foto que tenía de él.

¿José Tomás es el mejor torero de hoy?

Hay algunos que torean mejor, pero él tiene una gran valentía, va sobrado de valor.

Hemingway, Gary Cooper, Welles ¿quién era el más...?

Ernesto, Ernesto. Me emborraché con él en Pamplona y parábamos el tráfico. Era un juerguista. Me dijo un día: “Paco, dentro de veinte días doy una fiesta en Málaga. No viene ningún fotógrafo, salvo tú. Te lo pago todo. Iré a recogerte al aeropuerto”. Pensé que era broma. Pero allí estaba aquel día esperando.

No me imagino cómo serían aquellas fiestas.

Muy bonitas. Aquel día se pegó fuego una palmera y vinieron los bomberos. Antonio Ordóñez le quitó el casco al teniente. Una hora después ya estaba el teniente borracho y en calzoncillos. Era todo tan distinto.

¿Ava Gardner era tan guapa al natural como la vemos en la portada del libro «Mitos de Cano», que le editó Romeu, y más atrevida de lo que cuentan?

Era más que guapa. La he tenido en mis brazos muchas veces, me tenía afecto y respeto. La he tenido recién bañada. Pero yo no hice nada con ella. Nos respetábamos mucho. Me regaló una guitarra y se la vendí por 200.000 pesetas a un americano de esos que van buscando objetos de los artistas.

Tenía fama de devorar hombres.

Es que yo soy igual de guapa que ella y...Estuvo con Arruza, Luis Miguel, Jaime Cabré... Fue la mujer más bonita del mundo. Le he llorado también, pero más a Manolete.

Ahora ya nada es igual.

Esa época ya ha pasado. Ahora nadie deja huella. El mundo de los toros tampoco tiene ese ambiente que le envolvía. Entonces, iba en la sangre. Ahora todos tienen novia. Aquellos personajes dejaban huellan. El otro día estuve con Rita Barberá y me dijo: “Canito estás muy bien”. Sabe lo que le dije, que ahora las veo pasar y se me van vivas. (Ríe) De memoria ando muy bien. Tengo algo de anemia, no como mucho. Pero me sintió bien.

¿Qué se guarda que no quiera contar o qué imagen nunca ha querido mostrar?

Todo lo que he hecho lo he enseñado.

¿Dónde terminará su legado?

Irá para la familia. La Diputación quiso comprarlo, pero no. ¿Sin archivo qué hago?

¿Y Franco , en la intimidad, en las cacerías a las que acompañaba a Dominguín, era frío o próximo?

A mí me saludó dos veces. Estaba en el hotel y se me acercaron dos tipos. Preguntaron si yo era Canito. Me enseñaron la placa. Les dije que no había hecho nada. Habían venido a recogerme porque querían que hiciera un reportaje con Arruza, Litri y Vázquez en una capea a la que iba Franco. Arruza me animó a recordar mi época de torero. Hice el mejor quite de mi vida y al terminar la fiesta el jefe se acercó y me dijo con esa bocecita: “Canito, muy bien, muy bien”. Yo estaba temblando. Franco contaba chistes hasta de él mismo.

¿ Pero la mujer...?

Ella era más estirada, pero la hija también era muy agradable.

Dígame, ¿por qué no ha salido otro Canito?

Un hijo quiso seguir mis pasos. Pero no quiso continuar porque decía que los toreros tardaban en pagar. Se colocó en la fábrica de tabaco. Murió. Ahora con las máquinas digitales muchas cosas se han acabado. Nada ya es igual y cualquiera puede ser fotógrafo.

*jrsegui@epi.es