Alfredo Brotons Muñoz

valencia

Jesús López Cobos (Toro, 1940) actúa hoy en el Palau de la Música al frente de la Orquestra de València. La comparación con la primera vez que la dirigió, hace quince años, le produce una "enorme satisfacción: aquella era una orquesta a la antigua, con la mitad de los efectivos contratados mientras que la otra mitad eran todavía funcionarios del ayuntamiento. La semana fue muy difícil. En los ensayos, por ejemplo, faltaban muchos músicos, así que decidí esperar a que el panorama cambiara, como efectivamente ha sucedido. Han tenido que pasar quince años, pero ahora me he encontrado con una orquesta mucho más profesional y motivada. Tal vez aún hay que pedirles cosas que en principio sería mejor que ya se trajeran, digamos, preparadas de casa, pero el nivel de calidad y la buena disposición a la mejora hacen muy agradable el trabajo".

Sin embargo, el debut absoluto de López Cobos en el Palau fue en plena vorágine de su titularidad de la Orquesta Nacional, en mayo de 1987. "He querido volver ahora que se cumplen los veinticinco años del Palau precisamente porque estuve muy pronto, concretamente un mes después de su inauguración". Luego, en 1996 volvió con la Orquesta de Cámara de Lausanne, en un concierto en que maravilló como acompañante de María José Montiel.

La carrera del director de orquesta con más importante currículum internacional se distribuyó en principio entre la ópera en Berlín, el gran repertorio sinfónico en Cincinnati y la música de cámara en Lausanne. A partir aproximadamente del cambio de siglo decidió que no aceptaría ninguna otra titularidad, pero en 2003 le llegó la oferta del Teatro Real. "Para entonces ya había entablado conversaciones con el Palau de les Arts, pero las obras parecían no acabarse nunca, así que me decidí por el Real".

La experiencia en Madrid fue casi tan traumática como veinte años lo había sido con la ONE: "En España nos encanta encumbrar a algunas personas como salvadores para luego convertirlas en blanco de pim pam pum una vez comienzan a intentar llevar a cabo los cambios. Pero en ambos casos yo sabía cómo era mi país y ni podía ni, en su momento, me apetecía negarme".

El tono de voz y la expresión del rostro se tiñen aún más de melancolía cuando se le pregunta si ahora ya no aceptaría venir a Les Arts: "A toro pasado, tal vez se puede considerar que lo aconsejable habría sido venir aquí, pero ahora soy demasiado mayor y ya tengo que prestar a mi salud una atención incompatible con un compromiso estable".

Un director de su enorme experiencia, cuando tiene que definir el método de trabajo ideal sólo encuentra la flexibilidad como la virtud más deseable: "Hay programas que necesitan más ensayos, otros que menos: en Inglaterra, por ejemplo, todo se resuelve en dos ensayos y un general, porque se paga por ensayo. En América se paga a todos los músicos de la orquesta con independencia de cuántos actúen, de modo que hay problemas para la música de cámara".

Para esta tarde ha programado un monográfico Dvo?ák formado por tres poemas sinfónicos, En la naturaleza, Carnaval y Otelo, compuestos correlativamente como si se tratara de una sola obra, más la Séptima sinfonía. "Me gusta que los programas tengan una coherencia y sean más o menos novedosos. De los tres poemas, la orquesta sólo conocía el más famoso, Carnaval, y los tres son muy difíciles". La elección de la Sèptima, en lugar por ejemplo de la Octava, como complemento viene motivada por una voluntad de contraste entre una primera parte más ligera y una segunda más profunda.