Al cumplirse cuatro décadas del fallecimiento del fundador del Museo Nacional de Cerámica, Manuel González Martí (1877-1972), es justo recordarle ya que también fue el artífice del traslado del Museo de Bellas Artes a la actual sede de San Pio V junto a los jardines de Viveros, tras ser nombrado su director en 1940. Antes que museólogo fue caricaturista, editor de revistas de actualidad y humor como Cascarrabias (1897), Arte Moderno (1900), Valencia artística (1903) o Impresiones (1908). Las caricaturas que desarrolló en su juventud, publicadas en revistas juveniles como El Estudiante pero también en El Mercantil Valenciano, y especialmente en Cascarrabias e Impresiones, alcanzaron gran relieve y merecieron Medalla de Oro en el concurso de la Exposición Regional de Valencia de 1909, en la Exposición Nacional de 1910 y la 3ª medalla en la Exposición Internacional de Barcelona de 1911. Escogió el pseudónimo «Folchi», recordando, con espíritu algo irreverente y revoltoso, el apellido de un pintor italiano que protagonizó un sonado escándalo con la infanta Elvira, hasta el punto que fue más conocido en su vida bajo ese nombre. Sus revistas se consideran introductoras del modernismo gráfico en Valencia y fueron concebidas como revistas de actualidad y crónica cultural, con especial acento en el mundo de los toros y reuniendo un elenco extenso de colaboradores con las firmas de Teodoro Llorente y Vicente Blasco Ibáñez, por los que sentía la mayor admiración, y de Maximiliano Thous, Luis Tramoyeres o Luis Morote, y las ilustraciones de Bon, Falgás, Urda o García Morellá. Esta dedicación le permitió mantener un amplio contacto con la intelectualidad de su tiempo y de su generación como los Benlliure o los Pinazo. La fotografía fue esencial para González Martí —que la denominaba «arte exquisito»—, por el uso contínuo en sus investigaciones y publicaciones y por la vinculación que mantuvo con renombrados fotógrafos, desde Domingo Varvaró y Vicente Barberá Massip a Valentín Pla.

Sin embargo, su labor profesional más reconocida hoy se asienta sobre su dedicación como coleccionista de cerámica, crítico de arte y educador, como profesor y catedrático de la Escuela Normal, del Instituto General Técnico (hoy Luis Vives) y de la Escuela de Cerámica de Manises. Sus trabajos más reconocidos fueron Pinazo, su vida y su obra, merecedora del premio de los Juegos Florales de 1917 del círculo de Bellas Artes y publicada en 1920, o sus estudios sobre Bernardo Ferrándiz, así como monografías como Goya en Valencia (1914), De la historia artística de Valencia: las tablas de los pintores Llanos y Almedina del siglo XVI (1915), Pintors valencians de la Renaixensa. I, Joanes: l´enigma de la seua vida (1926) y Los grandes maestros del Renacimiento: Vinci, Durero, Rafael, Joanes, Ribalta, Ribera, Rembrant, Callot (1929). Por todo ello ingresó en la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando (corresponsal en 1920), obtuvo la dirección del Centro de Cultura Valenciana (1921), la designación como Delegado Regio de Bellas Artes por Valencia en 1924, y recibió el nombramiento de académico de la Real Academia de San Carlos (1928).

En 1916 se incorporó como secretario de la Escuela Práctica de Cerámica de Manises, entonces bajo la dirección de Gregorio Muñoz Dueñas, de la que fue nombrado director en 1922 permaneciendo en el cargo hasta su jubilación, en 1947, con el paréntesis de la Guerra Civil que pasó como refugiado en Madrid, tras ser depurado por la República por abandono de su puesto en julio de 1936 y rehabilitado por el gobierno franquista en 1939.

Como socio activo de Lo Rat Penat desde su juventud, visitó muchos monumentos en las excursiones científico-literarias, tomando anotaciones y realizando dibujos y fotografías que luego incorporaba a un extenso álbum personal sobre arte e historia. Llegó a presidir Lo Rat Penat entre 1928 y 1930, y tras la guerra, por mandato de la nueva autoridad civil entre 1950 y 1962, cuando promovió los cursos de valenciano de Carles Salvador (1951).

En relación con su colección cerámica nos indica que fue inspirada por su profesor, el escultor Mariano García Mas, y que se inició con un fragmento de pavimento de la iglesia del convento dominico de Llutxent. Su matrimonio con Amelia Cuñat y Monleón, nieta del arquitecto Sebastián Monleón y Estellés, significó un gran apoyo para reunir la colección cerámica que donaría al Estado para fundar el Museo Nacional de Cerámica en 1947, hasta el punto que ya en 1908 fue mostrada en la exposición commemorativa del VII Centenario del nacimiento de Jaume I, celebrada en Lo Rat Penat. En 1909 su colección era ya considerable y se expuso en la Exposición Regional Valenciana y al año siguiente en la Exposición Nacional. Se dice que Joaquín Sorolla le recomendó venderla entonces a la Hispanic Society. En este campo no se limitó a coleccionar ya que recibió varias becas para estudiar la dispersión de la cerámica medieval valenciana en el extranjero, como los azulejos llevados por el papa Alejandro VI al Vaticano, o los de Alfonso V el Magnánimo a Nápoles, impartió notables conferencias y numerosos libros que le convirtieron en el máximo especialista de la cerámica valenciana, en especial por su gran obra en tres volúmenes Cerámica medieval del Levante Español, publicada por Editorial Labor en Barcelona y Buenos Aires (1944-1952) que se convirtió en obra de referencia internacional durante más de cuatro décadas.

Jubilado el 1 de enero de 1947 decidió donar su colección al Estado el 6 de febrero de 1947, creándose el Museo de Cerámica del que fue designado su director vitalicio. Desde el museo se vinculó como académico de número a la Academia Internacional de Cerámica (1955) y recibió el nombramiento de vicepresidente honorario de la Hispanic Society de Nueva York en 1960. Alentó la compra del Palacio de Dos Aguas en 1949 como nueva sede del museo e inició un intenso programa de incremento de fondos a partir de sus extensas relaciones personales que abarcaban no sólo la cerámica, sino todas la artes realizadas por insignes valencianos, plasmando en su concepción la idea expresada por Vicente Blasco Ibáñez en 1921 sobre la necesidad de crear un centro que debía representar la esencia de Valencia y del genio de sus creadores. También consiguió la donación de cerámicas de Pablo Picasso (1955) y mantuvo un constante vínculo con la vanguardia artística siendo nombrado miembro honorífico del Grup Parpalló (1957). El museo se convirtió en las décadas de los años 50 y 60 en el más visitado de Valencia, iniciando el camino al actual disfrute como espacios de ocio y cultura de masas. Su inquiteud intelectual le llevó a publicar entre 1947 y 1950 los Contes del Pla i de la Muntanya con el asesoramiento lingüístico de Carles Salvador y con ilustraciones de Luis Dubón, mereciendo varios galardones.

González Martí fue llamado a ocuparse de diversos cargos públicos como diputado provincial de Cultura entre 1949-50 y vicepresidente de la diputación de 1952 a 1955.

Al final de su vida seguía impartiendo numerosas conferencias y manteniendo una plena dedicación al Museo de Cerámica. Superados los ochenta años aún redactaba guías y artículos con las novedades del museo, sus donaciones, las constantes inauguraciones de salas y la ampliación del inmueble, con el anexo posterior de la calle de San Andrés, pero en especial con una serie aparecida en Levante-EMV titulada Azulejos góticos con leyendas, su principal línea de investigación.

En los últimos años de su vida fue nombrado hijo adoptivo y predilecto de Paterna, Burjassot, Morella y Manises, e hijo predilecto de Valencia en 1967. En 1969 se le concedió la Medalla de Oro del Círculo de Bellas Artes y en 1971 inauguró el nombramiento de Coloso del País Valencià, premio que se otorgaba al valenciano del año. Recibió la Encomienda con placa de Alfonso X el Sabio en 1947, la Gran Cruz de Alfonso X en 1954 y la medalla al Mérito Civil. Falleció en Valencia el 4 de enero de 1972, en la propia sede del Museo que creó.