"¿Van Dyck en España?". Sí, la pregunta salta a la vista de cualquier conocedor de la vida y obra de uno de los más destacados representantes de la pintura flamenca del siglo XVII y se la hace el profesor y especialista en arte flamenco Matías Díaz Padrón, doctorado en 1975 por la Universidad Complutense de Madrid, autor de Van Dyck en España. Así de claro reza el título del libro de Díaz Padrón a sabiendas de que el pintor nacido en Amberes en 1599 y muerto en Londres 42 años después no viajó nunca a España y aunque estuvo a punto de hacerlo en una ocasión, la muerte le sorprendió en la capital inglesa cuando se preparaba para ocupar el puesto y el lugar de su compatriota, amigo y maestro, Rubens, en la corte del cardenal infante, hermano de Felipe IV, en los Países Bajos.

Sobre esa paradoja en torno a la relación de Anton van Dyck y España elabora Díaz Padrón su obra sobre el pintor en sendos volúmenes que, lujosamente editados por Editorial Prensa Ibérica (EPI), se presentarán el lunes en el auditorio del Museo del Prado. "El título del libro en sí es una sorpresa y una novedad porque nunca estuvo en España, pero sí fueron mu?chos, como olvidados, los vínculos con el poderoso ámbito de España. Cabe aclarar que nació en los Países Bajos cuando estas tierras eran provincias españolas y formaban parte de la corona de Felipe IV", aclara Díaz Padrón, quien ha contado con la colabo?ración de Jahel Sanzsalazar, Ana Diéguez y Magdala García.

Este canario fue durante años profesor y catedrático de Arte de las universidades Complutense y Autónoma de Madrid, conser?vador jefe de la colección de pintura flamenca del Renacimiento y del Barroco del Museo del Prado, del Consejo Superior de Investigaciones Científicas y autor de importantes investigadores internacionales de la pintura flamenca, sobre to?do en su vinculación con España. No sólo se trata de un estudio en profundidad sobre la huella del pin?tor flamenco en España. En el libro se analizan también de forma exhaustiva los aspectos compositivos, estéticos, estilísticos, iconográ?ficos e históricos de las obras de Van Dyck en el ámbito hispano, con una extensa bibliografía. La obra aglutina toda la labor que Díaz Padrón, autor también de El siglo de Rubens en el Museo del Prado, igualmente editada por EPI, ha venido desarrollando sobre Van Dyck en todos sus años de estudio e investigación y aporta, sobre todo, los descubrimientos de numerosas obras del pintor cuya autoría o procedencia se desconocían. Van Dyck en España es un trabajo imprescin?dible para especialistas y estudiosos del tema, pero que el gran público aficionado al arte y a la historia tam?bién puede disfrutar.

"Este trabajo viene de atrás y de la tesis doctoral sobre las relaciones de Flandes con España. Van Dyck era un capítulo dentro de ese trabajo y lo que he hecho ha sido acotar la obra del pintor y su huella en Espa?ña", afirma el historiador e investigador de arte. "Con esta obra arrebatamos algo a los ingleses del protagonismo de Van Dyck en su patria, porque ellos lo tienen como suyo por ser el retratista y pintor de cáma?ra de la corte inglesa de Carlos I", aclara. No regresa a la corte del cardenal infante por llegarle la muerte. No hay motivo, según la tesis central de la obra, para pensar que el pintor flamenco no tenga una importante presencia en España y so?bre todo con lo que el autor llama "el mundo español", es decir, con todo lo que llegaba a Flandes procedente de la corte española. Más bien todo lo contrario, esa relación fue intensa y el propio Van Dyck "la ambicionó".

Esa conexión española es la que indaga y muestra Van Dyck en España no sólo a través de un texto apasionante que explica con todo lujo de detalles y documentación los hechos relevantes históricos y artísticos de la época, sino también a través de 112 reproducciones fotográficas de cuadros del pintor belga de entre las más de 800 ilustraciones que explican los vasos comu?nicantes entre la pintura flamenca y la española de esa época, y la gran influencia y huella que Van Dyck dejó entre los pintores españoles en los años posteriores a su muerte.

Vasos comunicantes

También en Velázquez, a quien no llegó a conocer personalmente pe?ro de quien sí tuvo noticia, y viceversa, por referencias de amigos o conocidos comunes, según relata Díaz Padrón. Sostiene el investigador que entre Velázquez y Van Dyck hay influencias mutuas, aunque se hace más visible la huella del flamenco sobre el español que a la inversa. "La influencia de Van Dyck sobre la pintura española es más determinante que la del mismo Rubens. Él y Velázquez son de la misma edad, pero Velázquez vivió 20 años más, lo cual tiene su importancia, ya que da pie a recibir parte de la gran influencia que éste deja en los pintores españoles", explica.

Un ejemplo es Murillo, a quien se le conoce como el Van Dyck español, aunque hay muchos otros artistas que adoptan gran parte del estilo y las formas del flamenco. La obra que presenta Edi?torial Prensa Ibérica dedica un capítulo a la extensa clientela española de Van Dyck. Los nobles y personalidades importan?tes de la corte de Felipe IV aprovechan sus desplazamientos a Flandes para hacerse retratar por el pintor de Amberes durante las etapas que éste pasó en su tierra natal, o en los frecuentes des?plazamientos que realizó a ellas desde su residencia londinense. "Son legión quienes buscan hacerse retratar por Van Dyck, hacia quien toda la corte española siente veneración", explica. Y la razón está en el ti?po de retrato. "Van Dyck, como Rubens, transmite los anhelos de grandeza mejor que cualquier pintor español, más secos y recatados en este sentido. Los flamencos embellecen e idealizan a los personajes, mientras que Veláz?quez y los españoles los retratan co?mo son", sentencia.

¿Tienen los retratos de Van Dyck la profundidad de los de Velázquez o Rubens? Díaz Padrón se ex?plica: "En el libro analizamos es?ta cuestión y comparamos varios retratos y vemos que, cuando Van Dyck quiere, alcanza una hondura y una profundidad imponentes en sus retratos y en los rostros de sus figuras". Según el investigador, Van Dyck es "el pintor más próximo a Velázquez, pero es más versátil que el sevillano. Es capaz de retratar una sociedad inglesa refinada, exquisita, sutil, pero cuando pinta a perso?najes españoles se acopla al temperamento español y los hace verti?cales, distantes, como es propio de la etiqueta de los Habsburgo (Austrias). Se acopla con facilidad a los personajes y a algunos los pinta con una carga más expresiva que el mismo Velázquez. No hay mucha distancia en la hondura del retrato de Martin Ryckaert y el de Inocencio X de uno y otro artista".

Inspiración de Velázquez

La obra se detiene por ejemplo en analizar el famoso retrato del conde duque de Olivares a caballo de Velázquez que se expone en el Museo del Prado, una de las obras donde la influencia es más clara. "Ese retrato espectacular con el caballo en escorzo no era propio del estilo y la personalidad de Velázquez", sostiene el autor de Van Dyck en España.

"Es un retrato vanidoso y parece más bien una obra flamenca. Podría decirse casi que Velázquez ha tomado más que una influencia directa". La inspiración de esa obra de Velázquez sería un retrato que el artista de Amberes realizó al príncipe Alberto de Ligny, del que existe un grabado que podría haber servido de modelo. "Me atrevería a decir que Velázquez pudo haber visto el original de ese retrato en España porque el príncipe tenía su colección en Madrid en la Casa de las Chimeneas."

La tesis de Díaz Padrón, muy ex??tendida ya en el panorama crítico, es que "el conde duque era un hombre muy vanidoso y muy probablemente le dijo a Velázquez que quería un cuadro como el que Van Dyck le hizo al príncipe de Lig?ny. La crítica siempre tuvo dificultad para encajar esa composición en la personalidad de Velázquez porque la idea del caballo en escorzo la puso en boga Rubens, siguiendo Van Dyck y Gaspar de Cra?yer antes que el genial pintor sevillano", explica.

Matías Díaz Padrón cuenta como anécdota histórica en el libro que Velázquez llegó a hacer un retrato de Carlos I de Inglaterra cuando viajó a España siendo príncipe, antes de ser Van Dyck su pintor de cáma?ra. Lo hizo siendo ambos muy jóvenes durante una visita a El Escorial para conocer a la hermana del rey español, la infanta María Ana de Austria. Y también relata que algunos nobles españoles llegaron a tener más cuadros de Van Dyck que el propio monarca inglés, prueba de la admiración por este pintor del entorno de la corte española. Pero Van Dyck también ambicionaba entrar en el mundo de los Habsburgo y só?lo la fatalidad impidió que sucediera tras la muerte de Rubens en mayo de 1640.

Divo y caprichoso

Entre las perlas de la obra destaca el relato de los pormenores del regreso definitivo a la corte de España en Flandes, que no prosperó por la muerte prematura de Van Dyck en diciembre de 1641, es decir, menos de dos años después de la de su amigo y maestro. Díaz Padrón da cuenta del cruce de cartas entre Felipe IV y su hermano el cardenal-infante y archiduque de Flandes, Fernando de Austria, en las que se descubre claramente la intención de Van Dyck de establecerse en la corte española y continuar los trabajos iniciados por Rubens para el Alcázar y Buen Retiro de Madrid y sobre los que el monarca estaba muy preocupado. "Aquí hay un encuentro del cardenal infante con Van Dyck que es extraordinario en el que se ve que el pintor no está tan a gusto como se cree en Inglaterra con el rey Carlos I. Aprovecha cualquier circunstancia para retornar a Amberes y a Bruselas bajo los Austria tras la muerte de Rubens", cuenta el investigador. En este episodio se descubre a un Van Dyck "divo y caprichoso". El cardenal infante comunica al rey que Van Dyck es el más adecuado para hacerse cargo de las pinturas que Rubens no pudo concluir ("las dejará lindísimas", llegó a asegurar el monarca), pero luego dice que quiere iniciarlas él de nuevo. Don Fernan?do no duda en comunicar a su hermano en evidente lenguaje coloquial que el genial flamenco "está loco rematado" y tampoco se fía de la palabra dada de volver de Londres.

Hay una especie de pique entre el cardenal infante y Carlos I para ver quién se queda con Van Dyck", resalta Díaz Padrón. Pero la historia fue caprichosa y trágica y ambos murieron al poco tiempo y con tan sólo un mes de diferencia: don Fer?nando en Bruselas el 19 de noviembre de 1641 y Van Dyck en Londres un mes más tarde. Carlos I fue ajusticiado y decapitado en 1649. Contaba con una colección de 1.570 obras, de ellas muchas de Van Dyck que fueron compradas por Felipe IV. Ambos monarcas pasaron a la historia como dos de los grandes mecenas de las artes en la época.

Luz de cuadros "desaparecidos"

Van Dyck en España recopila varios descubrimientos realizados por el autor, Matías Díaz Padrón, sobre la identificación, orígenes, documen?tación y avatares diversos de algunas de las obras del pintor belga. Díaz Padrón ha llevado a cabo más de 300 estudios de atribuciones de obras de arte, no sólo de Van Dyck.

En el libro llega a una serie de conclusiones y hallazgos sorprendentes sobre los que presenta toda la documentación y el trabajo de investigación necesarios para sostener sus tesis. Es interesante que el cuadro de Carlos I de Inglaterra a caba?llo, que estaba en los depósitos del Prado como copia desde Fernando VII, es idéntico al que se muestra en la National Gallery de Londres. La realidad es que ambos son idénticos y originales, pintados por Van Dyck. Otro caso: La Virgen con el Niño y los pecadores arrepen?tidos, almacenado durante más de un siglo en la Academia de Bellas Artes de San Fernando, el investigador canario la ha identificado co?mo una obra del maestro de Amberes, de hacia el año 1625 y que formó parte de la colección del duque de Medina de las Torres, virrey español en Nápoles. Según la tesis de Díaz Padrón, la obra fue llevada al monasterio de El Escorial, donde logró librarse de los saqueos y distur?bios durante la invasión napoleónica en 1808 y se trasladó a los almacenes de la mencionada academia. "Hemos descubierto muchos cuadros de Van Dyck que proceden de España y cuadros suyos repartidos por toda Europa, incluso en Rusia, cuya última documentación da?ta de finales del XIX o principios del XX y de los que hemos logrado rastrear su trayectoria", señala el autor del libro. También durante la Guerra de la Independencia se dio por desaparecido el Martirio de San Sebastián de El Escorial. Fueron las investigacio?nes de Díaz Padrón las que permitieron localizar esta obra perdida durante dos siglos y que el Estado español adquirió recientemente a la galería inglesa Weiss.

Además, ha clarificado muchos otros puntos oscuros relativos a los diversos martirios del santo asaeteado que el pintor flamenco hizo pa?ra los grandes de España. Entre ellos, el perteneciente al Ayuntamiento de Palma de Mallorca, tenido por copia hasta que en el año 2007 Díaz Padrón lo catalogó como original al coincidir con la descripción existente en el inventario de la colección del conde de Monterrey. Otro San Sebastián en el museo de Edimburgo proceden?te de la colección del marqués de Leganés y en los museos del Louvre y Ermitage también con procedencia en el coleccionismo español.

El Museo del Prado alberga una colección de 25 obras de Van Dyck de sus diferentes épocas y entre las que destacan los estudios extensos de La serpiente de metal, La coronación de espinas, El prendimiento de Cristo y la conmovedora Piedad, y retratos como el Polixena Spínola, marquesa de Leganés, el cardenal infante don Fernando de Austria y el del propio pintor con su amigo el cortesano inglés Endymion Porter, que fue quien le presentó a Carlos I.