Eric Hobsbawm era hasta ahora el historiador vivo más conocido del mundo. Su fallecimiento lo va a convertir en uno de los historiadores más valorados y citados de la historia de la historiografía e, incluso, por su valor y solvencia, sus obras van a seguir alumbrándonos en este callejón de difícil salida por el que atraviesa el mundo. Seguro que esta valoración no sería de su gusto. A pesar del reconocimiento casi unánime que siempre tuvo su obra por la comunidad de historiadores, fueran de la ideología y la tendencia que fueran, Hobsbawm no sintió (ni ejerció) nunca la soberbia intelectual. Lo suyo era la humildad del sabio. Sus propias palabras, escritas en su autobiografía, Años interesantes. Una vida en el siglo XX (las mejores memorias de un historiador que he leído) son el mejor testimonio de ello: «Probablemente», escribe, «mi nombre aparezca en la historia de un par de materias en concreto como, por ejemplo, el marxismo y la historiografía del siglo XX, y quizá en algunos libros sobre la cultura intelectual británica del siglo XX. Aparte de esto, si por lo que fuese mi nombre desapareciese completamente de la vista, como ocurrió con la lápida de mis padres en el Cementerio Central de Viena, no se produciría ninguna laguna en el relato de lo sucedido en la historia del siglo XX, ni en Gran Bretaña ni en ninguna otra parte».

Nacido en Alejandría (1917), se educó en Viena y Berlín, y finalmente se trasladó a Gran Bretaña, donde terminó su formación en Londres y Cambridge y donde desarrolló su labor investigadora en el Birkberck College de Londres, y profesó también la docencia de la Universidad norteamericana. Su azarosa vida es, como él mismo relata, la historia del siglo XX

Miembro del Partido Comunista británico del que se fue por discordancia con la política internacional llevada a cabo por Unión Soviética, su obra historiográfica responde a los principios del materialismo histórico y fue uno de los principales miembros del «grupo de historiadores marxistas británicos», integrado junto con Hobsbawm, por E. P. Thompson, Maurice Dobb, Christopher Hill y Rodney Milton. Este grupo de historiadores, frente la historia de corte positivista que se realizaba en la Universidad británica, en la que ni siquiera se había difundido la historia social introducida en Francia desde hacia décadas, renovó la tradición marxista rompiendo con el esquematismo y llevando a cabo un análisis de la sociedad como una totalidad en movimiento, donde la experiencia humana era no reducida a lo económico. Era una historia «de abajo arriba», de la constitución y luchas de la clase trabajadora, en la que «los de abajo» seguían apareciendo como los sujetos agentes básicos de la Historia.

De todas esas premisas se nutrió la historia de Hobsbawm. Además de sus análisis de la clase obrera urbana británica, uno de sus libros más destacados fue Rebeldes primitivos (1963), donde estudiaba las luchas campesinas, las «rebeliones primitivas», esto es, el bandolerismo, los movimientos milenaristas, etcétera, como movimientos sociales de protesta. Otros centros de interés han sido la historia del capitalismo británico, y sobre el origen y desarrollo del nacionalismo realizó un excelente análisis en Naciones y nacionalismo desde 1780, donde se recopila un conjunto de conferencias impartidas en la Queen´s University de Belfast. Pero su obra más destacada quizás haya sido su Historia del siglo XX, que se considera, hasta ahora, la visión más completa y lúcida que tenemos del siglo XX, entendiendo éste como «siglo corto»: el que va desde el final de la Primera Guerra Mundial hasta la caída del Imperio soviético. Así pues, la historia de su vida fue un lúcido testimonio de ese siglo XX. Y él ha sido el historiador que mejor ha sabido explicarlo.