Concierto del 9 de Octubre

palau de la música

Solistas, Cor de la Generalitat Valenciana y Orquestra de València. Director: Cristóbal Soler. Obra: Gomis, «Le Diable à Seville». 8 de octubre.

Cuando en 1999 la Filharmónica de la Universitat y su entonces titular Cristóbal Soler hicieron oír por primera vez en Valencia la obertura, pareció urgente montar Le Diable à Seville, siquiera en versión concertante un 8 de octubre. Hemos tardado trece años en hacerlo: no está mal.

Tampoco la escasa por no decir nula atención que, no sólo de nuestros melómanos sino también de nuestros intelectuales y políticos de cualquier signo, ha merecido la recuperación de esta ópera del valenciano José Melchor Gomis (Onteniente, 1791-París, 1836), de música muy estimable sobre un libreto de calidad bastante inferior pero acérrimo en su exaltación de los valores de la libertad republicana y el anticlericalismo.

Cristóbal Soler y Tono Berti, de nuevo con los conjuntos universitarios (orfeón y orquesta), ya se habían encargado en 2003 de darnos a conocer, fallidamente semiescenificada, Le Revenant, cima de la producción de Gomis. Ahora han optado por insertar entre los doce números musicales parlamentos con los que el propio Berti fue explicando el argumento.

Oída hoy, Le Diable à Seville (título tomado del apelativo dado al protagonista Riego por curas, frailes y absolutistas en general) puede parecer una aportación menor al romanticismo de un Berlioz. Sin embargo, en su día (enero de 1831, recién estrenada la Sinfonía fantástica) mereció elogios encendidos de éste y otros insignes contemporáneos que reconocieron en Gomis a un pionero cuando no modelo. Desde esa perspectiva, sobre todo los números corales pero también por ejemplo el Trío o el Polo y los demás de inspiración folclorista cobran un nuevo sabor además de una igualmente considerable importancia no sólo histórica.

La interpretación no cabe calificarla sino con nota muy alta, con menciones de honor para las sopranos Silvia Vázquez (Angélica) y Nuria Lorenzo (María), el tenor Juan Antonio Sanabria (Padre Cirilo), la sobria y sabia dirección de Cristóbal Soler y, muy especialmente, ese otro personaje colectivo que fue el formidable coro.