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­Lleva 25 años en el mundo de la música y la ópera. En este tiempo pasó por una agencia lírica en Milán, La Fenice de Venecia, el Teatre del Liceu de Barcelona, la Ópera de San Francisco y ahora la de Washington, que abandonará en los próximos días para ponerse al frente de la Ópera de Omán. Estaría «encantada», confiesa no obstante, con recalar algún día en el Palau de les Arts y volver a la Valencia de sus orígenes familiares.

¿Qué hace una «valenciana» en la Ópera de Washington?

En realidad, hija de padre valenciano. Mi padre nació en 1913 en Valencia, hijo de padre alemán y madre española. Luego creció en Barcelona y durante la Guerra Civil volvió a Alemania. Por eso nací en Hamburgo.

¿Cambia ahora de destino porque Plácido Domingo también ha dejado Washington?

No es el caso. Pasé años muy interesantes con Plácido, que fue director general de la Washington Opera y que es una persona y un artista extraordinario. Plácido dejó Washington en junio de 2011 y yo lo hago ahora, porque se me ofreció una oportunidad fascinante que cuadra con mi experiencia.

¿Se va a Omán por exotismo o porque el futuro esta en los países emergentes?

Ni lo uno, ni lo otro. Es una oportunidad única en el mundo: un teatro que tiene un año, el primero en la región, un público nuevo y sin ideas preconcebidas, un recinto de impresionante belleza y grandes posibilidades, y una programación de alto nivel con ópera, danza, música sinfónica, jazz, música árabe...

¿En qué ha visto cambiar la ópera en estos años?

Es una pregunta que merecería mucho tiempo. Es verdad que una cosa que ha cambiado es que el cantante ahora tiene que ser cantante y actor… Y posiblemente joven, guapo y delgado.

¿Pero quedan divos o eso es cosa del pasado?

Quedan, pero la definición de divo hoy en día es diferente.

¿Qué debe prevalecer en la ópera, la partitura o la espectacularidad de la escena? Algunos se quejan de la tiranía moderna del director de escena…

No lo llamaría tiranía. No olvidemos que los teatros contratan a los directores de escena. La ópera es música y acción teatral. Para mi gusto, ambos tienen que tener correlación y una producción tiene que contarnos una historia con inteligencia, sensibilidad, creatividad y, a veces, provocando, pero con respeto a la música. El director de escena debe conocer la música bien y tiene que cautivar al público.

¿Desde la distancia, cómo se ve el Palau de les Arts de Valencia?

Un proyecto grande, de gran ambición, belleza y con resultados impresionantes. Claro que hay también dificultades considerando la presente situación económica en Europa y España.

¿Desea trabajar algún día en Les Arts?

¡Claro que sí! A parte de la atracción que representa el Palau me encantaría volver a España por muchos motivos personales y me encantaría trabajar en la ciudad donde nació mi padre, donde estuve muchas veces en mi infancia y tengo muchos y lindos recuerdos de mis visitas.

Les Arts ahora tiene problemas por los recortes de presupuesto. ¿Qué hay que hacer ante las apreturas económicas?

Ser responsable a nivel fiscal, ser creativo y analizar el presupuesto para entender cómo se puede programar dentro de los límites. Y lo mas importante: mantener un alto nivel artístico, algo que es posible también bajo presión presupuestaria.

¿Caerá algún teatro de ópera por esta crisis?

Es posible, pero espero que no, sería un desastre.

¿Ve más apoyo y respeto a la cultura en EE UU que en España?

No se puede comparar. En España y Europa todos están prácticamente obligados a pagar por la cultura porque se financia con impuestos. En EE UU no hay ningún apoyo del gobierno, es todo de muchas personas que dan dinero y lo desgravan. Es simplemente diferente.