Si se me permite, para empezar, declararé la duda que me define a nuestro artista: o se trata de un dibujante de la escultura o de un escultor del dibujo. Me lo aclaró cuando utilizó el alambre como línea. La razón de ser de la obra de Andreu Alfaro ha estado siempre alrededor del dibujo. En el caso citado, como si utilizara, pero en otros como si el carboncillo fuese su instrumento, con el que se alcanza el claroscuro. Lo dicho es tanto como decir lo que siempre se ha dicho de Alfaro: "Gusta de la geometría".

La geometría, que se representa en dos dimensiones, sobre el papel o sobre el lienzo, puede, por su propia naturaleza, presentarse tridimensionalmente. Y entre unas y otras cosas, nos estamos aproximando a la arquitectura, de la cual también gustabaÉ y disgustaba, cuando lanzaba improperios contra los arquitectos de los grandes edificios singulares de los últimos años, tan considerados por su fachada, tan faltos de ideas en su interior.

No sé hasta qué punto se debe insistir en la afirmación de José Marín Medina, quien para definir su estilo dejó escrito que "partiendo de un informalismo líricoÉ se transforma en uno de los nombres más representativos de la escultura de transvanguardia".

Lo que sí parece claro es que, desde una óptica local, hay un antes y un después del Grupo Parpalló, en el que militó, y de que a partir de entonces algo empezaba a cambiar en el arte realizado por valencianos, tras el paréntesis de la contienda civil que supuso un punto final a la evolución histórica de la plástica y un periodo en el que se tuvo que atravesar un verdadero desierto.

Por eso Alfaro se instaló algún eslabón perdido y, encomendándose a los santos patrones Constantin Brancusi y Antón Pevsner, con la mirada puesta en lo que se denominó constructivismo, y sin olvidar al padre de la patria, Jorge Oteiza, buscó nuevas posibilidades y procuró ponerse -y ponernos- al día de una realidad escultórica que nos había sido escamoteada.

"Traductor de metales"

En la década de los sesenta pasaron muchas cosas por estos pagos. Aunque no se vivió el mayo francés, se empezó a producir algún cambio en la inmensa minoría cultural. Es el momento en el que Alfaro se decide por el acero y el aluminio como sus aliados. Y digo aliados en el sentido de que el escultor escucha a sus materiales, llegándolos a conocer por su comportamiento y sacando el máximo partido de ellos en beneficio de sus piezas.

La alianza del artista es prolongada y Raimón le dedica una canción al "traductor de metales", su amigo Andreu. Una afortunada observación del cantante de Xátiva, pues es el resultado de prestar atención a sus aliados. El mármol u otras piedras también forman parte de su catálogo de materiales, con los que ha realizado esas columnas que le emparentan, todavía más, con las formas arquitectónicas.

Hay quien ha observado, con acierto, que sus obras "suelen estar llenas de matices, que juegan con el módulo, con la serie, con la luz y con el color (recuérdese sus trabajos de plexiglás de colores) y que no se hacen difíciles al espectador, pese a su complejidad real".

Alfaro se preguntaba hasta qué punto lo suyo era abstracción, pues no eludía cierta presencia figurativa en sus piezas. El minimalismo es otra de las referencias que se acostumbra a incluir en su escultura. No se puede tomar en un sentido estricto, pero algo minimal sí que se aprecia. El mismo autor confesaba: "Quisiera decir lo máximo con lo mínimo".

De su relación con su territorio se puede decir que la sociedad valenciana se paró hace tiempo en Benlliure y le cuesta asimilar la presencia de nuevos valores escultóricos. No obstante, la obra artística de Alfaro pertenece hace tiempo al último capítulo de la Historia del Arte.