«Rey Lear»

Teatro Rialto.

De: William Shakespeare. Int: Manuel Puchades, Juan Mandli, Alejandro Jornet, Silvia Valero, Lorena López, Anna Moret, Ángels Figols, Jerónimo Cornelles, Bruno Tamarit, Kevin Gracía, Lomi Szil. Iluminación: Ramón Jiménez. Espacio escénico y dirección: Ximo Flores. Producción: Centre Teatral de la Generalitat.

Cocteau le preguntó una vez a Sergei Diaghilev qué esperaba de él. «Qué me sorprenda», le contestó el famoso empresario de los Ballets Rusos. Y eso es lo que ocurre con este montaje dirigido por Ximo Flores. O más bien, esta personal navegación por ese mar inmenso que es Rey Lear, una obra que, como alguien señalara, no puede ser representada, está más allá de todo arte. Lo cual no significa que se intente. Y la mejor manera es hacerlo con respeto, pero sin santificar. Flores, como suele ser habitual en él, ha elegido la libertad del coautor, dando juventud a los personajes, sin restarles coherencia. Y, en esta ocasión, más que ideas sugerentes, el montaje al completo es tentador. ¿Madurez? Parece ser que sí. Hay algún altibajo, pero el ritmo funciona. El conjunto es seductor. Especialmente algunas escenas, como la de la tormenta o ese bellísimo final. Su propuesta es una reflexión continua y, al mismo tiempo, una palpitante explosión de plasticidad y vida teatral. Un estallido de metafísica, pero también de mucha física.

Física que acontece en un escenario único, palaciego, blanco, en el que se multiplican los ambientes (con ayuda de imágenes, de efectos, de la música en directo, de la iluminación, del movimiento actoral€) dando coherencia al señalado binomio.

Eché de menos la fuerza del Bufón. Me costó, sí, asimilar el especial trabajo (circense y perruno) de Lomi Szil, aunque, poco a poco, asumí la propuesta, incluso su dicción. El Lear de Alejandro Jornet es brillante, sobre todo cuando alcanza la mayor locura y calentura del personaje. No me olvido de Juan Mandli (Gloster) o del sorprendente Edgar de Kevin García, pero me impactó el vigor shakesperiano de Ángel Figols (Albany). El elenco, en general, da buena vida a este conglomerado de necios. En suma, razón y corazón escénico para coser los múltiples prismas de esta tragedia de la vejez. Un grito salvaje hilado con sensibilidad y volcánica teatralidad. Inquietante belleza.