Mientras la Generalitat espera las conclusiones del informe que la pasada semana anunciaba iba a pedir a sus técnicos, para los expertos la conclusión ya está clara: el deterioro del trencadís de las cubiertas del Palau de les Arts irá a más y no tiene solución.

"Le pondría trencadís a la cubierta de un barco?". Con esta pregunta tan sencilla explicaba un arquitecto la opción adoptada por Santiago Calatrava para vestir las cubiertas del Palau de les Arts. Las mismas que ahora, ocho años después de su inauguración, sufren problemas y muestran arrugas debido a la dilatación de los materiales y su incompatibilidad. Así que, como añadía, el Palau de les Arts "tiene fecha de caducidad" y "no sabemos si se desprenderán o no, pero irá más allá porque con el tiempo se eliminará la adherencia. No es un fallo de construcción-las primeras justificaciones de Cacsa era que se traslucían las juntas de las soldaduras de las placas metálicas utilizadas-sino de planificación", comentaba a Levante-EMV uno de los arquitectos consultados.

Otro relataba con claridad las causas de este nuevo acontecimiento que vive un edificio cuya construcción costó 400 millones de euros, refleja la época de la locura inmobiliaria, el gasto desproporcionado y la arquitectura del espectáculo. Y recordaba que las juntas de dilatación-los abultamientos visibles según la luz en las cubiertas-son los que quedan entre la separación de las propias piezas y placas de trencadís.

"Igual salta, es probable, aunque ya debería haberlo hecho-añadía-pero, al menos, el blanco tiene unas características positivas porque asume menos calor de los rayos solares-la temperatura puede alcanzar los 60 grados-y las sombras son más difíciles de ver mientras no sufran el efecto de la luz. Si fueses un tono más oscuro alcanzaría los 80 o 90 grados y ya habrían saltado".

¿Entonces el Agora, de color azul? "Lo mismo", añadía la misma fuente de forma tajante.

Así que los especialistas creen que tras el Palau de les Arts en unos años pueden aparecen los mismos desperfectos en el Ágora, un edificio cuyo coste alcanzó los 90 millones de euros, está inacabado y hasta diciembre de 2012 sólo se había utilizado noventa y tres días desde su inaguración.

Como recuerdan los expertos consultados por este diario, durante los años cincuenta se experimentó en Estados Unidos el uso de otros materiales en combinación con el aluminio. No dió resultado y se probaba a pequeña escala. Se desechó cualquier mestizaje. Aquí, además, se ha tenido que utilizar un material artificial muy duro para su adherencia. Los cambios de temperatura de la base metálica son las que provocan sus movimientos y estos mueven a su vez el trencadís, según explican, un material pensado para su uso con materiales afines, de ahí que otras partes del complejo de la Ciudad de las Ciencias no generen problemas.

"No habría dado problemas si la superficie fuera de hormigón", recuerda otra fuente que cree que la única solución es la supresión del trencadís, el lijado de las cubiertas y una buena y resistente capa de pintura.

"El error está de inicio. ¿Por qué?- se pregunta otra fuente consultada por este diario- Supongo que se toleró casi todo. Pero el proceso se irá degradando. Igual nosotros no somos quienes afrontemos su reparación necesaria en un futuro, pero seguro que lo tendrán que hacer otras generaciones. Hoy es un proceso caro y complejo".