A punto de cumplirse el 40 aniversario de la publicación del primer disco de Bruce Springsteen, ´Greetings from Asbury Park´ (1973), qué mejor para celebrarlo que el estreno de un documental producido por uno de los cineastas más prestigiosos del mundo, Ridley Scott.

Convertido ya en uno de los grandes referentes de la música en general y del rock en particular, ´el Boss´ realiza un repaso a sus cuarenta años sobre los escenarios a través de una película que retrata al artista de Nueva Jersey como nunca antes, ya que gran parte del metraje está compuesto por los testimonios de sus fans, que han colaborado estrechamente con los realizadores a petición del propio Springsteen.

Además, como viene siendo habitual en este tipo de producciones, el documental incluirá imágenes inéditas del cantante, así como sus temas más populares, y podrá verse en todos los cines a partir del 22 de julio, ya que se trata de un estreno mundial simultáneo.

Definido como un ´Llanero Solitario´ en su libro biográfico, Bruce Springsteen siempre ha tenido cierta fama de ermitaño, con un carácter muy peculiar. Ya de pequeño tuvo problemas tanto con la estrictas monjas de la escuela católica Freehold como con sus propios compañeros de clase debido a su actitud.

Su vida dio un giro cuando vio por televisión a un cantante que actuaba como si fuera un niño grande, como si estuviera jugando y pasándoselo en grande mientras cantaba. Ese cantante era Elvis Presley. Springsteen se entregó a partir de entonces a la música.

Durante su adolescencia, parecía seguir sin encontrar su sitio en el mundo. Bruce lucía una melena propia de la época, lo cual le alejaba de la generación de sus padres, pero al mismo tiempo, su obsesiva disciplina y su rechazo hacia las drogas y el alcohol le apartaban también de los jóvenes de los años sesenta.

Centrándose única y exclusivamente en su música y actuando de garito en garito con distintos grupos, poco a poco fue creando un séquito a su alrededor que terminaría convirtiéndose en la que hoy es conocida como la ´E Street Band´, con la que alcanzó el éxito en 1975 tras la publicación de su tercer álbum ´Born to run´. Sin embargo, aquello fue demasiado para él, la fama le hacía sentirse como un objeto, un producto.

Él quería ser algo más que eso, y en la búsqueda de su identidad como artista terminó llegando a la conclusión de que podía convertirse, a través de sus letras, en la voz del pueblo, del currante anónimo que día a día sirve a su país sin más reconocimiento que su sueldo y una palmadita en la espalda, en definitiva, del que no es escuchado porque no tiene voz.

El resto, como suele decirse, es historia: 65 millones de discos vendidos en Estados Unidos, 120 millones en todo el mundo, 20 premios Grammys y otros muchos más abalan la trayectoria de una de las figuras más importantes e influyentes del panorama musical del siglo XX que todavía tiene mucho que decir.