No fue un mano a mano. Fue un pulso a Valencia, a su plaza de toros y a su afición. Uno más. El respetable, que aguantó el envite durante cinco toros, estalló en el sexto harto ya de que le tomen el pelo. Que no está la fiesta de los toros para afrentas de este calado lo sabe hasta el que asó la manteca. Conclusión de urgencia: el que asó la manteca no era taurino. Y menos un taurino contemporáneo. Los taurinos de ahora ya no ponen ni manteca en el asador. Quieren llevárselo crudo. Y lo que dure, dura. ¡Qué más les da a ellos! Supongo que los responsables taurinos valencianos estarán tomando buena nota para la redacción del pliego que se avecina. Si no, mala marcha.

Tan bochornoso fue el espectáculo que El Juli se negó a salir en hombros pese a haber cortado las dos orejas reglamentarias. Por cierto, qué poco necesita el Juli para triunfar. Mejor dicho. Qué lástima que El Juli necesite tan poco para triunfar. Con tan pocos mimbres, salió Julián a reventar la tarde de inicio yéndose al "portón de los sustos" a esperar de rodillas al que abría plaza. Larga cambiada que fue ovacionada por el respetable y ramillete de verónicas de recibimiento. No sabemos qué cuenta pendiente y con quién la tenía ayer el madrileño. Suponemos que la ausencia injustificada de los carteles de Valencia durante casi dos temporadas puede ser una de las claves. Quiso demostrar que es el que más manda y a fe que lo consiguió. Primero, lidió al de Domingo Hernández en el centro del ruedo para quitarle la fea querencia que tenía el toro de irse para las tablas. Luego, con la muleta estuvo firme y poderoso con ambas manos. Lástima que el burelito fuese tan escasito de todo porque la faena, de haber tenido el animal algo de mayor presencia y argumentos, hubiese sido de mayor premio. Una oreja cobró El Juli tras despachar al toro de estocada trasera.

Al que hizo tercero, otro animal de ausencias, le dio fiesta haciéndolo todo él. Empezó buscándole las vueltas en los medios, pero a medida que avanzaba la faena el toro se iba rajando y las ovaciones del respetable se fueron apagando. El mal manejo de la espada, llegó a pinchar hasta tres veces, y un feo bajonazo, acabaron con las posibilidades de haber cobrado otro apéndice. Al quinto lo toreó con arrestos. El Juli se trabajó la oreja. Al presidente le pareció suficiente para conceder la oreja.

Manzanares estuvo en un tono menos comprometido que su rival. El alicantino apostó por la versión estética. Ésa que tanto le ha funcionado hasta la pasada temporada pero que no está sabiendo resolver en la actual. El diestro alicantino se las vio de salida con un toro inválido que tuvo que ser devuelto. En su lugar, saltó al ruedo uno de Garcigrande, que buscó los adentros desde el inicio y al que hubo de lidiar en los terrenos de tablas. Faena de muleta con falta de ajuste, en búsqueda de la pulcritud formal, pero con poco más que ofrecer. Cierto es que el toro se las piraba en cuanto veía abierta la puerta de los engaños del alicantino; también que Manzanares consiguió tandas con cierta ligazón gracias a que llevó muy tapadito al Garcigrande en algunas ocasiones. Pero esto no fue suficiente para calentar los tendidos y la cosa quedó en saludos desde el tercio tras una estocada trasera.

Si el alicantino contemporizó en el segundo de la tarde, en el cuarto anduvo por debajo de la vibrante y encastada embestida del Garcigrande. Uno que, por lo menos, se salía de la manufactura seriada en que se han convertido este tipo de ganaderías. El toro demandaba otro tipo de toreo. Ése que necesita Manzanares para remontar su situación. La oreja concedida por el palco, otro dislate que baja un peldaño más la categoría de esta plaza, quizás impida la reflexión. También el trasiego de la temporada, que entra en su máximo apogeo. Igual ésta debe de llegar en invierno. Pero debe llegar necesariamente.