Ensimismada bajo un árbol de la granja familiar de Virginia o saltando juguetona sobre la cama matrimonial; como una joven madre sosteniendo torpemente a su bebé o como una apacible anciana rodeada de mariposas nocturnas; desnuda, posando impúdica en la ventana de un establo o sumergida en un lago, el agua hasta la cintura y la mirada inexpresiva; de espaldas, con un jersey de lana y el pelo recogido? todo el amor del mundo condensado en una piel y un rostro apenas intuidos.

Durante casi 40 años, Emmet Gowin (Danville, 1941) retrató a la misma mujer, Edith, su esposa, a la que acompañó en su viaje de la juventud a la madurez a través de retratos íntimos y misteriosos que delatan un juego de complicidades más allá de la relación entre fotógrafo y modelo.

"Mi atención era un deber natural capaz de rendir homenaje a ese amor -confesó el autor-. Ella es, en gran medida, el poema que ocupa el centro de mi obra. Estas fotos expresan lo que siento por el mundo".

En la exposición que le dedica la Fundación Mapfre en Madrid, en la Sala Azca (hasta el 1 de septiembre), la mayor retrospectiva de su obra hasta la fecha y la primera en Europa, se incluye su otra faceta de fotógrafo viajero, sus paisajes, casi siempre tomados desde el aire, de Turquía, Jordania y la antigua Checoslovaquia.

Edith, esposa de Gowin, es la protagonista de estas cuatro imágenes del autor norteamericano. Pasando la Navidad en Danville, en 1971 (foto 1); otra vez en Danville, en 1963 (foto 2); en Panamá, en el 2005 (foto 3) y en Chincoteague Island, en 1967 (foto 4).