Actor y director de teatro, Mario Gas (Montevideo, 1947) es Julio César en el clásico de Shakespeare que hace parada en el Teatro Romano de Sagunt. Tras ocho años al frente del Teatro Español de Madrid, el montaje dirigido por Paco Azorín supone el regreso a su "pasión primitiva" de actuar. Gas y sus compañeros rechazaron saludar hace unos días en Mérida al ministro Wert. "Hay que dejar de temer represalias", afirma.

Pregunta: El miedo es uno de los ejes de 'Julio César', ¿ve mucho miedo en esta sociedad?

Respuesta: El miedo está instalado en la sociedad porque el sistema en el que los trust nos obligan a vivir produce inestabilidad y miedo a perder incluso lo conseguido. El miedo es, de todas maneras, algo consustancial al hombre que hay que combatir.

P: Algunos actores no hablan de política para no perder espectadores. ¿Se acabó el compromiso del intelectual?

R: Hay que deslindar bastante la profesión de la opinión como ciudadano. Vaya por delante que todos los que dicen que el teatro no es político están haciendo ideología. Pero enfada que cuando opinas sobre política las frases son utilizadas enseguida como reclamo y la gente se vuelve por eso más cauta. El hombre de teatro ha de estar comprometido con la sociedad y, cuando se hacen judiadas como están haciendo al sector, intentando destruir la imagen de mucha gente y poniéndonos como privilegiados, hay que hablar. En este momento, la cultura está siendo pisoteada por un gobierno inepto, mentiroso y embaucador.

P: ¿Esas son las razones por las que rechazaron saludar al ministro Wert en Mérida?

R: Sí, pero el revuelo levantado ha sido demasiado. Se nos comentó que venía, pero nosotros estábamos para hacer la función, no para otras cosas. Hay que distinguir entre el hombre y la representatividad de este como ministro. Unas fotos con alguien que está al frente de un ministerio que recorta a la cultura, sube el IVA y hace lo que hace en educación pueden no apetecerte nada. No obstante, creo que fue más paradigmática la acogida que tuvo al entrar en el hemiciclo, con casi todo el público abroncándolo.

P: ¿No temen represalias?

R: Hay que dejar de temer represalias. Uno dice honestamente lo que cree que tiene que decir. Se trata de tener un mínimo de dignidad para decir las cosas que nos afectan y, si luego hay alguien tan prepotente que quiere represaliar, en su carga personal se lo pongan.

P: ¿Al teatro sólo le duele la subida del IVA?

R: Al teatro le duelen muchísimas cosas. El mazazo del 21% ha sido muy fuerte, pero hace tiempo que falta un dibujo territorial amplio de lo que significa el teatro público y privado. Hay una creatividad importante en los últimos años, pero hay que articular eso y no dejarlo al albur del partido que coyunturalmente gobierna. Pero el teatro tiene una mala salud de hierro, porque la gente tiene ganas de ver historias contadas en directo.

P: ¿El teatro ha vivido por encima de sus posibilidades, como se dice de los españoles?

R: Maldito sea el que acuñó esa frase. Hay unos cuantos que han vivido, viven y pretenden seguir viviendo robando a los demás. La gente a la que le han metido en el coco que ha de hipotecarse de por vida y a la que le quitan ahora la sanidad han sido peleles manipulables por un poder oculto que sigue teniendo muchas ganancias.

P: Están haciendo la gira por los festivales de teatro clásico. ¿Alguna diferencia con los tiempos de "opulencia"?

R: Tengo demasiada gente querida en el espectáculo que está sin trabajo desde hace mucho como para jugar con los fantoches que dicen que la cultura está sobreprotegida. Lo que sí he visto en los festivales es gente ávida de consumir buen teatro, pero hemos de corregir esa idea de que cualquier entrada, por baja que sea, parece cara, aunque cueste menos que un gintonic.

P: Paco Azorín reivindica 'Julio César' frente a la banalización de las ideas y las palabras.

R: Paco pretende desnudar la obra de Shakespeare, esencializarla, remitirla a un mundo militar y civil de hombres que deciden y ver cómo el lenguaje puede encubrir falsedades y cómo los políticos se endiosan. A partir de ahí, todo es muy interesante.

P: ¿Acabó cansado del teatro público?

R: No, pero es cierto que ocho años agotan y que los teatros están desgraciadamente demasiado sometidos a los vaivenes políticos. Pero no me he ido por cansancio, me he ido porque los que entraron nuevos (la alcaldesa de Madrid, Ana Botella, y el delegado de Artes, Fernando Villalonga) no han querido que continuara.

P: ¿Le suena Fernando Villalonga, ex conseller valenciano?

R: Me suena la cadena Ana Botella-Villalonga, pero es igual: no hablo de ellos como personas con nombre y apellido, sino por una actitud ideológica de entrar, querer renovar y no interesar el equipo anterior, aunque el alcalde fuera del mismo color... Pero ahora ya estoy en 'Julio César'.

P: Y en la ópera, ¿le seduce el Palau de les Arts?

R: No he trabajado nunca ahí. Los teatros me seducen en la medida de lo que hagan, lo que me ofrezcan y yo pueda aportar. Visto desde fuera, me parece un espacio un tanto desfasado por su amplitud, pero no soy quién para decirlo y me parece que en su comunidad también se han ido las cosas de las manos de forma excesiva? A veces, en lugar de las piedras hay que promocionar a los seres humanos, porque la geografía humana es la que cuenta.