«Mi abuelo es el punto de partida de mi vida como torero. Quien soy y lo que soy se lo debo a él; a su generosidad por darme todo su tiempo, a su entrega para enseñarme todo lo que sabía, a su apoyo incondicional en los comienzos y en el presente y a su exigencia por sacar de mí lo mejor que había, enseñándome además la mejor lección de la vida: que para cumplir mi sueño no debía olvidarme nunca de, ante todo, ser una buena persona».

Con estas palabras agradece y despide el torero Enrique Ponce a su abuelo Leandro Martínez, fallecido el viernes a los 100 años.

El diestro de Chiva, su mujer, —la siempre elegante y muy afectada— Paloma Cuevas, y demás familiares, recibieron ayer en la localidad valenciana el cariño de amigos, vecinos y caras conocidas como el locutor de radio y presentador Ramón García o el también veterano fotógrafo taurino Francisco Cano «Canito», muy afectado por la muerte de Leandro Martínez. Todos se congregaron a las cinco de la tarde —hora taurina— en la parroquia de San Juan Bautista de Chiva para despedir a Leandro Martínez corpore insepulto.

Por su parte, el párroco de Chiva, Daniel Juan Tortosa, recordó en el funeral los tres amores de Martínez: los toros, su devoción por la Virgen y su familia. Hizo además una semejanza a su despedida por este mundo: lo hizo a una hora taurina y por la puerta grande —la puerta de la iglesia es la más grande de la localidad—.

Sin embargo, no quiso olvidar también la grandeza de Martínez. «Leandro hacía fácil las cosas, nunca se quejaba», recordó el sacerdote. Del mismo modo se expresaron ayer los vecinos del pueblo que lo recuerdan con cariño: «Era un sol, un buen hombre, muy conocido», aseguraron algunos vecinos.

Leandro Martínez hizo ayer su último paseíllo camino al cementerio por la calle de Chiva que lleva por nombre el de su nieto más ilustre.

«Gracias abuelo. Por ti soy torero, gracias a ti he conocido la felicidad de ser torero y la satisfacción que me ha proporcionado poder hacerte sentir orgulloso de lo que los dos hemos conseguido juntos. Porque yo soy obra tuya, obra de tu sentir, de tu amor al toreo, de la grandeza y profundidad de tu corazón», dice emocionado el torero. «Gracias abuelo, porque soy nieto de un sueño, de tu sueño, de nuestro sueño».