Sin nervios, ni tampoco responsabilidad más allá de haber hecho durante décadas un trabajo sólido, sincero y reflexivo. Así se declara Miquel Navarro, el escultor valenciano que desde ayer posee una sala propia en el IVAM, un privilegio al alcance de muy pocos artistas vivos, en su caso con una obra de envergadura y largo recorrido y un lenguaje muy propio como aval.

Pero al mismo tiempo un compromiso que el instituto adquirió con el artista por el mismo que él demostró con su sociedad y la institución: la donación/venta realizada en 2005 de quinientas obras, lo que convierte al organismo valenciano en el centro de referencia para estudiar, difundir y conocer la obra del artista de Mislata.

Desde ayer, la obra de Miquel Navarro comparte planta con la de Julio González, el más importante escultor de comienzos de siglo, un artista de líneas como Miquel Navarro y dibujo, aunque con otros matices. «Si algo he visto ahora como espectador es que mi obra es potente», reconoce el artista y académico valenciano que en unos días cumplirá 68 años, pero quien se confiesa «joven para el arte y con las mismas ganas de trabajar» que cuando comenzó.

Cuatro ciudades, terracotas, alguna acuarela, dibujos, collages o grafitos se distribuyen ahora por la galería número 1 de IVAM en la que será su sala permanente y por la que irá rotando su obra, según quiera el propio museo y a quien ha dado carta blanca para gestionar su legado. Una obra de líneas rectas y sobria, pero también totémica y de referencias sexuales, reflejo del cuerpo humano y de esa arquitectura que a él le hubiera gustado poder haber hecho realidad „su sueño ha sido siempre diseñar un edifico real„en una ciudad horizontal de mucho orden y disciplina en la concepción urbana de sus espacios.

«Creo que mi obra está muy bien representada», añade el autor de numerosas esculturas públicas como El Parotet o La pantera rosa, instaladas en Valencia, y cuya obra figura en los principales museos del mundo. «Estoy muy agradecido», se sinceraba horas antes de que las puertas del IVAM abrieran sus puertas y el President de la Generalitat, Alberto Fabra, desvelara a los invitados un trabajo de instalación de varias semanas.

«Estoy en un momento muy sereno, en el que cada vez pienso más lo que quiero hacer. Me siento muy analítico, por eso ahora estoy trabajando en la fotografía y el cine. Necesitaba un cambio, un nuevo paso», confiesa sobre sus últimos trabajos aún ausentes de la instalación.

Miquel Navarro no teme los celos, que los habrá. «Que vamos a hacerle, también hay gente que me quiere. Pero hay que ser fuerte y perseverante en el trabajo y yo lo he sido. Siempre hay que dejar al espectador la última palabra y libertad para que aplique su subjetividad», comenta.

En una época de mucha vanidad y también obviedad en el mundo del arte, Miquel Navarro defiende la «conciencia, sencillez y sinceridad» del creador. «Hoy hay falta de conciencia de lo que es el oficio. Existe un gran desprecio por él. Y también hay mucho desconocimiento de lo que es la Historia del Arte. Muchos artistas quieren partir de cero y se ha perdido el sentido del análisis, el deseo de investigar. El arte no son ocurrencias de un instante sino trabajo continuo, y esas premisas han de acompañar siempre al verdadero artista», concluye.