Los duendes, ya no de la imprenta, sino de la cibernética, se comieron en la edición de ayer el comentario sobre la actuación el miércoles del alumno de la escuela de tauromaquia de Valencia Aitor Darío El Gallo, quien cortó tres orejas convirtiéndose en el gran aspirante a obtener el galardón de la Naranja de Plata del concurso de novilleros sin caballos. Puso de manifiesto ser un torero con sentido del temple. Muleteó con pulso y compás. Sobrio y poco dado a aspavientos, sus dos faenas revelaron a un torero con proyección, quien posiblemente actúe el año que viene en esta feria ya con los del castoreño.

Una feria en la que en el festejo de ayer se lidiaron utreros de la ganadería de Ana Romero. Compusieron un lote de buena presentación, fieles a su encaste santacolomeño. Empujaron en varas y su juego estuvo presidido por una enrazada movilidad, sobrados de matices.

Obediente y con fijeza el primero, no dio facilidades el burraco segundo, se desplazó aunque sin entregarse el tercero y también pidió el carnet el cuarto.

Encabezaba el cartel el extremeño Tomás Campos, a quien apodera el matador de toros Rivera Ordóñez, de cuyo ilustre padre se cumplió ayer el aniversario de su cogida mortal en Pozoblanco. Se mostró como un torero enterado y con oficio. Buen muletero, con sentido del temple y la colocación, sus dos faenas tuvieron ritmo y buen aire revelando un torero en sazón.

Alvaro Sanlúcar pasó más fatigas de la cuenta ante el exigente segundo, que no se empleó, y muleteó con buen corte por la derecha aunque escaso compromiso al cierraplaza.