Jamás pensó Lang Lang que su vida podía llegar algún día a alcanzar el derrotero que pisa. Pero él lo soñaba. Así lo confiesa este pianista de 31 años que se ha convertido ya no sólo en una referencia mundial como artista, sino también como un músico que domina como pocos los resortes mediáticos y que dedica media vida a tocar el piano y la otra media a formar a nuevos discípulos. Aunque eso sí, bromee al contestar que a veces en casa, cuando le queda algo de tiempo, puede que vea alguna película y así se olvide de su instrumento, o que en un receso, en el camerino, hable con algún colega de comida.

Lang Lang vuelve a España esta próxima semana. El martes abre gira en Bilbao y el domingo día seis actuará en el Palau de la Música de Valencia de la mano de Telefónica, de quien es embajador cultural.

«Ser mediático no me quita tiempo porque ante todo mi trabajo es acercar la música clásica al gran público. Todo puede servir para lograrlo», confiesa este músico que de pequeño soñaba con parecerse algún día a Horowitz o Rubinstein a quienes consideraba, confiesa ahora, sus héroes.

Sonatas de Mozart y Baladas de Chopinlo último que ha grabado, «él sí era un genio en cuanto a música para piano», exclama, es el repertorio escogido esta vez por este artista que sólo pensaba de niño poder sacar a su familia de las penurias del sistema. «Me encuentro en un muchos momentos profesionales. No podría hablar de un sólo. Pero ante todo intento ser yo mismo en mi carrera», cuenta cuando se le pregunta sobre el devenir de estos últimos años que ha iluminado tantas puertas como ha abierto.

«Sí tengo un sueño aún por cumplir. Ir todavía más lejos como intérprete y completar más proyectos educativos. Ofrezco más de cien conciertos al año y dirijo mi fundación dedicada a la música y las escuelas de música. Ahora quiero centrarme más en proyectos educativos porque la música puede salvar a muchos niños. Pero no olvido que el piano es por completo mi vida».

Lang Lang no niega que algún día, como otros pianistas, pueda acabar cogiendo la batuta, pero anota que aún debe aprender mucho. Y que eso lo consigue cada vez que actúa con un director y una orquesta. En su caso, las mejores del mundo porque se lo disputan.

Ese aprendizaje lo hace, cuenta, fijándose mucho en los movimientos y la forma de respirar de una partitura. «Nunca se deja de aprender», añade para recordar que aprender es «escuchar el sonido distinto de cada orquesta, hablar de música con los directores», pero sobre todo «investigar las partituras a fondo. En general me gusta que cada una de mis actuaciones no se parezca a la anterior, que se diferente tanto en el momento que se produce como en la interpretación, aunque cada pianista sea un mundo y tenga su propia forma de expresar la música».

Lang Lang cree que existe el genio, aunque a veces esté escondido y cueste de sacar o ser entendido, pero también que el camino es un aprendizaje lento y largo y no duda a la hora de contentar que si le dieran a elegir una época para vivir, sin duda, «sería la de hoy».

«Sí, China vive una eclosión cultural y económica impresionante. Espero que no le afecte una crisis y que siempre se desarrolle por el buen camino», apunta sobre el gigante asiático que lo tiene como un auténtico héroe y sin duda uno de sus mejores embajadores. Asegura que nunca se ha planteado perpetuar su nombre, que sólo quiere ser recordado «como un pianista» y que pese a las leyendas los músicos no siempre son «personajes solitarios, sólo a veces».

Y cuando le pides una recomendación no duda en anotar a Chopin, Rachmaninov o Liszt. «Cualquiera de ellos es una buena opción», apunta. Él bien que lo sabe y mejor que los conoce.