El teatro de la Ópera Estatal de Berlín la Staatsoper Unter den Linden, tan ligado para lo bueno y para lo malo a los últimos doscientos cincuenta años de la historia artística de Alemania, está mostrando su cara más fea: las obras de remodelación del coliseo se eternizan y los presupuestos iniciales se multiplican. El mito de la eficacia alemana se tambalea porque la cara tortuga operística es un eslabón más de una cadena de calamidades de similar factura.

Los trabajos para poner el teatro al día empezaron en el año 2010. La reapertura estaba prevista para octubre de 2013, para estos días precisamente. Sin embargo, no se espera que pueda reabrir sus puertas hasta octubre de 2015. Dos años de retraso. El presupuesto inicial era de 242 millones de euros. Ahora ya se habla de 296 millones.

El Estado federal solo está dispuesto a poner 200 millones de manera que el resto, casi 100 millones, deberá aportarlos el land de Berlín, equivalente a una de nuestras comunidades autónomas. El problema es que nadie sabe de dónde va a sacar esa cifra el land así que el retraso puede superar los dos años que ahora se indican. Nadie, además, puede asegurar que los sobrecostes no van a aumentar por encima de lo ya apuntado.

Despilfarro o lujo

Karl Heinz Däke, que desde 1994 hasta el año pasado presidió la federación alemana de contribuyentes, ha declarado que se trata de «un auténtico despilfarro, no es el único, hay otros en Berlín, como el nuevo aeropuerto Billy Brandt que sigue sin estar listo después de sucesivos retrasos». Däke considera que «el Estado es un pésimo propietario», de ahí estos problemas inexplicables en un contexto privado.

El proyecto de remodelación del teatro, que lleva camino de perpetuarse, está centrado en dos grandes líneas, la mejora de la acústica y la implantación de una nueva caja escénica con los últimos adelantos en tramoya e iluminación. También se están acometiendo obras para mejorar la visibilidad desde todas las butacas de la sala así como la construcción de nuevas salas de ensayo y de un edifico administrativo.

Desde que empezaron las obras en el teatro, las actividades artísticas se trasladaron al Schiller Theater, una sala con un aforo mucho más reducido que la Ópera del Estado de Berlín la Staatsoper así que los ingresos por taquilla se reducen en 4 millones de euros al año. Las ideas sobrevenidas al plan de remodelación tienen de meta un coste de 8,2 millones de euros. El coste añadido por los retrasos de los honorarios de arquitectos e ingenieros supone de momento 1,5 millones de euros.

El pianista y director de orquesta Daniel Barenboim es el director artístico de la Staatsoper desde el año 1992. El pasado día dos inauguró la nueva temporada que es la cuarta que se ven obligados a ofrecer en el Schiller Theater. El propio Barenboim dirigió La novia del zar, una opera de Rimsky-Korsakov que raramente se representa en los grandes teatros de Europa occidental y de América. En el programa de la temporada destacan también La consagración de la primavera, de Stravinsky y Tannhäuser, de Wagner. Barenboim es una víctima más de los retrasos y los sobrecostes. Ya en 1997 protagonizó una viva polémica por la mengua presupuestaria al declarar «si la Staatsoper se va a convertir en una casa de provincias ¿para qué me necesitan a mi?».

El recorte entonces era de unos cuatro millones de euros. Unos años antes había dejado el teatro de ópera de La Bastilla por una polémica similar. Finalmente no se fue pero ahora los problemas son aún mayores y está por ver su reacción si la fecha de 2015 vuelve a ser una frontera irrealizable.

Historia y estrenos

El teatro de la Staatsoper de Berlín se inauguró el siete de diciembre de 1742 con la representación de la ópera Cleopatra y César, de Carl Heinrich Graun. Desde sus inicios estableció una continua colaboración con la Staatskapellè de Berlín, la orquesta del Estado que se remonta al siglo XVI.

El 18 de agosto de 1843 el teatro fue destruido por el fuego y reconstruido en solo unos meses para ser reestrenado con Un campamento en Silesia, de Meyerbeer. Después de la primera guerra mundial pasó a denominarse Staatsoper unter den Linden y estuvo dirigido por maestros legendarios como Furtwängler, Klemperer o Bruno Walter. En 1925 la Staatsoper fue el teatro elegido para el estreno absoluto de la ópera Wozzeck de Alban Berg, que asistió a la función. Dirigió Kleiber. Tras otra remodelación volvió a abrir sus puertas en 1928. Kleiber dirigió asimismo el estreno absoluto de la ópera Chistoph Columbus, de Milhaud, en 1930.

Herbert von Karajan desempeñó el cargo de director musical de la Staatsoper desde 1941 a 1945 en plena guerra y hegemonía del régimen nazi. El teatro fue bombardeado y reabierto el 12 de diciembre de 1942 con la ópera de Wagner Los maestros cantores de Núremberg, dirigida por Furwängler. El 3 de febrero de 1945 fue destruido totalmente. Volvió a abrir sus puertas en 1955 después de una larga reconstrucción.

La ineficacia y el grandonismo llevan camino de ser tan letales para el gran teatro berlinés como las guerras.