La exposición muestra casi toda su obra, ¿está satisfecho?

Me ha permitido entender quién soy. Transmite una idea de arquitectura firme y continua a lo largo de casi 50 años.

¿Su obra es reconocible?

Se ve un deseo de ser respetuoso con las ciudades. Miro el Kursaal, la Fundación Miró o Atocha y veo una voluntad de continuidad en lo fundamental es destacar lo existente.

Se le ha reprochado falta de audacia€

La audacia está en el reconocimiento de que la ciudad prevalezca frente a la propia obra. Es una afirmación de las prioridades.

Se le reprochó en la ampliación del Museo del Prado.

Yo veo fortaleza en mantener la integridad del edificio y aumentar la superficie que el museo requería. No era fácil de resolver.

¿Un trabajo complicado pues?

Se levanta sobre sótanos que albergaban el sistema de aire acondicionado€

¿Qué no hubiera hecho?

Al revés, diría qué más hubiera hecho.

¿Hay obras prescindibles?

Algunas responden a propuestas menos esperadas, resultan más definitivas y tienen un reconocimiento más amplio, como el Museo Romano de Mérida, más ambicioso que el de Estocolmo, que procura integrarse evitando la monumentalidad. Mi voluntad es encontrar el tono justo.

¿Al margen de las modas?

Que mi arquitectura no responda a la ambición de la novedad no quiere decir que le falten metas altas. Mis primeros proyectos ya suponían una manera de entender la arquitectura que no era la esperada. Algunas obras, que pueden parecer moderadas por su deliberada voluntad de discreción formal, tienen detrás una propuesta teórica, si no incendiaria, sí no condescendiente con lo que la mayoría de la gente hace. Mi trabajo rezuma una independencia en términos formales que creo que tiene algún valor.

¿Por qué no crear su propia casa?

Es difícil; te lleva a pensar que exhibes tu intimidad, lo que piensas y tu ideología. Hay un punto de impudor. Nunca se me ocurrió pensar que estaba incómodo en una casa de los años treinta de la colonia El Viso, en Madrid. Lo hago con gusto, por respeto al patrimonio de la ciudad.

¿Por qué se hizo arquitecto?

No tuve una vocación inequívoca. Era un estudiante atraído por la filosofía, las humanidades€. A los 17 años estaba en un mar de dudas y mi padre, sabiendo que me atraía la plástica, me animó a estudiar arquitectura, que tenía una salida más clara. Si ahora tuviera que elegir la profesión, elegiría la de arquitecto.

¿Incluso ahora, con la crisis?

Es verdad que la profesión es más antipática ahora por la coyuntura y porque está dejando de ser una práctica individual, más asociada a la gestión. Aún así la elegiría.

Optó por un estudio tradicional y no una gran oficia.

He estado siempre muy pendiente de todas las obras y no he sido capaz de delegar; no sé si me satisfaría transformar el ejercicio profesional en ejercicio empresarial.

Dos hijas suyas son arquitectas, ¿trabajan con usted?

Ocasionalmente. Para que tengan libertad y no se vean condicionadas por la estética de su padre somo empresa familiar. Tienen mucho talento como arquitectas pero llevan sobre sus espaldas que los demás piensen que su valía es por ventaja de nacimiento.