Cuarteto Signum

palau de la música (valencia)

Obras de Mozart, Schnittke y Brahms. Sociedad Filarmónica de Valencia. 11 de noviembre.

Por segunda vez (la primera hace dos años), ha sonado para la Filarmónica el Tercer cuarteto del ruso Alfred Schnittke (Engels, 1934„Hamburgo, 1998). Escrita en 1983, es una de las obras maestras tanto del autor como del poliestilismo, la corriente compositiva en que se inscribe. Se la mire por donde se la mire, es extraordinaria en su hasta surrealista combinación de evocaciones e imágenes musicales. A partir de sendas y sucesivas citas del Stabat Mater de Orlando de Lasso, la Gran fuga de Beethoven y la firma sonora de Shostakovich, la interpolación de fragmentos de melodías de danza y de procedimientos actuales devuelven una escucha a ratos incómoda pero siempre intrigante a un presente aún continuo.

Un presente por cierto que no parece sin embargo interesar a tantos compositores e intérpretes locales prontos a quejarse amargamente de la escasa atención que se presta a su trabajo pero a los que rara vez se les ve entre el público en ocasiones tan señaladas como esta. Una pérdida, la de la música contemporánea, que se va discurriendo en paralelo a la de la música de cámara. La Filarmónica, con sus medios por consiguiente cada vez más escasos, vuelve a constituirse de nuevo en doble tabla de salvación. Durante muchos años clamamos por la ópera: ante la inmensa chapuza producida en ese ámbito, uno no puede sino dudar de si vale la pena luchar ahora levantar la voz por estas otras recuperaciones.

Ver además tantas butacas vacías mientras se oía a unos músicos tan excelentes como los que forman el Cuarteto Signum no hacía sino aumentar la melancolía. Y es que este grupo entra con esta sola intervención en la lista de los grandes músicos que han pasado por nuestra ciudad. El programa se completaba por delante con el K. 159 de Mozart y por detrás con el Primero de Brahms. De las tres piezas, unidas por el rasgo de la elusividad, se ofrecieron versiones formidables, perfectamente equilibradas en sus volúmenes, velocidades, entonaciones y articulaciones, desbordantes de sensibilidad en la plasmación de infinitos matices. Impecable actuación.