Blasco Ibáñez también se equivocaba. Y cometía sus faltas de ortografía y olvidaba acentos en sus textos que después anotaba y corregía de forma exhaustiva, como demuestra el prólogo de introducción al lector mecanografiado de Flor de Mayo. Y Sorolla le pidió que abandonara la política. «Querido Vicente. Estoy alarmadísimo por las cosas que suceden en Valencia. Mande a paseo la política y cuide de su salud, que son primero el arte y la familia», le escribe el pintor al escritor seguramente después de alguno de los atentados de los que fue objeto el republicano.

Estos son sólo dos aspectos de los muchos detalles que se pueden descubrir en la exposición Benlliure, Sorolla y Blasco Ibáñez, Tres amigos valencianos, que desde ayer se exhibe en la sala municipal de exposiciones y ha sido coordinada por Ricardo Bellveser..

Al margen de mirar, esta es una exposición para interrelacionar y sobre todo para leer porque permite descubrir, por ejemplo, cómo la prensa de la época trató cada una de las muertes de estos tres coetáneos que en un período complicado de la Historia de España tesis sobre la que se sustenta el proyecto mientras el final del XIX azotaba conciencias y sumía al país en una gran depresión tres valencianos Blasco incluso fue denostado por la Generación del 98 eran ya universales.

Cada uno de ellos tiene su apartado, pero al mismo tiempo los tres se van cruzando a lo largo del recorrido de esta exposición que eminentemente muestra fondos municipales que se conservan en la Casa Museo Blasco Ibáñez o la de los Benlliure y documentos de Sorolla, como sus partidas de nacimiento o defunción y algunas cartas y fotografías propiedad municipal, pero ahora reunidas.

También se pueden contemplar, entre otros objetos, bocetos, condecoraciones, pinturas o mármoles, bronces, escayolas y apuntes de Benlliure. Como también el pergamino autografiado del banquete de honor de Benlliure o la mismísima gastada maleta de Blasco Ibáñez, aquella que le acompañó por todo el mundo.

Rita saca de su despacho el cuadro «Mi familia»

Pocas veces ha salido en los últimos veinte años de los despachos de alcaldía el cuadro «Mi Familia», una de las grandes obras de Sorolla que sí viajó a la antológica del Prado y sólo la alcaldesa Rita Barberá y sus invitados pueden contemplar con regularidad. Ahora está al alcance de todos, junto a otras obras propiedad municipal y que se conservan en el Museo de la Ciudad. No es una abundante colección, pero sí que serviría para completar el proyecto de creación de un Centro Sorolla con las obras propiedad de la Generalitat, la Diputación o la Fundación Bancaja.

Ayer, la concejala de Cultura, María Irene Beneyto, volvía a referirse a este proyecto que dijo sí apoyar pero dudó de su consistencia sin la participación de la propia familia Sorolla.