El transporte del siglo XXI destapó una joya de hace 2.000 años, que habla latín y que desde ayer brilla en el Centre Cultural La Beneficència de Valencia, sede del Museu de Prehistòria. Fue en 2004. Cerca del cementerio de l'Ènova (la Ribera Alta). Las catas previas para la construcción de la línea del AVE Madrid-Valencia no habían deparado nada extraordinario. Pero al construir los desagües de una plataforma del ferrocarril apareció la herencia romana.

Cuatro arqueólogos, al frente de un equipo de casi un centenar de personas, trabajaron a destajo durante cuatro meses para sacar los restos de una excavación de 3.000 metros cuadrados.

Fue después, al poner en común lo encontrado, cuando advirtieron el valor del material y la información recopilados en lo que entonces era una villa romana sin nombre propio.

Hoy es Villa Cornelius, porque así se llamaba el aristócrata propietario de aquel enclave. Los pedestales con inscripciones hallados han permitido identificarlo. «Rodine, liberta de Publius Cornelius Junianus, está enterrada aquí. Que la tierra te sea leve», dice la piedra que abre la exposición.

Publius Cornelius era miembro de una de las familias más poderosas e influyentes de Saetabis (Xàtiva) allí se encontró una inscripción con su nombre y entre los siglos II y III después de Cristo, en la cercana l'Ènova, transformó una villa construida cien años antes en una finca rural acorde a su posición y apellidos.

La estructura es la de cualquier villa romana, con una serie de habitáculos alrededor de un patio central y una pars rustica la de trabajo más alejada. Lo especial de Villa Cornelius es la calidad y el lujo de la decoración, en la que sobresale el mármol de Buixcarró, muy preciado en Hispania en la época (el Carrara valenciano) y procedente de Barxeta. Los técnicos del Servei d'Investigació Prehistòrica de la Diputación de Valencia han restaurado un pavimento de grandes dimensiones de este material corresponde al dormitorio que es una de las piezas estrella de la exposición.

Además, en Villa Cornelius se encontraron otros mosaicos polícromos, restos de pinturas murales en las paredes, esculturas importadas de otro mármol, por tanto y un pequeño templo dedicado al dios Hércules (para que el negocio no decayera), evocado ahora en la exhibición.

El negocio en cuestión era el cultivo y procesado del lino, algo que los arqueólogos (Rosa Albiach, comisaria de la muestra; Aquilino Gallego y Elisa García Prósper) tampoco sabían en su momento. Los análisis de restos de las balsas de trabajo lo revelaron.

No es una rareza: el lino de Xàtiva era el de más calidad del Imperio después del egipcio y la producción suponía un tercio de toda la de Europa.

Albiach y la diputada de Cultura, María Jesús Puchalt, calificaron ayer la villa como uno de los mayores y más completos asentamientos rurales excavados.