L a noche del jueves, como todas las noches en televisión, hay mil razones para ver lo que sea y no ver La 2, como todos los días. Mal hecho, espectador malandrín. Los saltos de David Janer tirando flechas con plumas como Águila roja están muy bien, incluso es divertido ver la pelea entre el respirar o el morir de la marquesa Loles León con las tetas más arriba del gaznate, pero la noche del jueves nos ofrece la oportunidad de ver y entender cómo hemos llegado hasta aquí. El hemos es genérico, total, es decir, que se refiere a la humanidad. La 2 emite los jueves por la noche La historia del mundo, una producción de la BBC que desde el primer plano te hace ver por qué decir BBC es decir calidad y ejemplo de televisión pública. La historia del mundo nos sitúa, como especie, hace 70.000 años en África, desde donde arranca la apasionante aventura de la vida. En África vivía el Homo Sapiens, el hombre sabio, mientras el resto del orbe era territorio de una rama inferior, el Neandertal. El documental de La 2 nos cuenta el largo camino de la supervivencia del hombre marcado con la huella de la miseria y de la gloria, de lo miserable y de lo extraordinario. De aquellos primeros humanos venimos todos, así que, para poner el humo en la hoguera que corresponde, nuestra primera madre fue africana. Desde entonces, según avanza la serie, hemos pasado por todo, enfermedades, desastres naturales, hambrunas, guerras, al tiempo que se crearon civilizaciones que aún brillan en la memoria colectiva por su fascinación.

Taquicardia y vómito

Seguro que La historia del mundo, en sucesivas entregas, nos irá acercando al desastre actual, el que toca ahora, como otros tocaron en otros tiempos. Es lógico, y necesario, preguntarse qué ha pasado para que una especie que construyó pirámides que aún se yerguen en el horizonte y fue capaz de dignificar las cuevas que habitaba con creaciones que ninguna otra especie realizó haya devenido en una sociedad a la que le importa más el preñado de la hija de Isabel Pantoja por cierto, la conocida como Isabel II no tiene cara de píxel, tal como hasta ahora la presentaban que la desvergüenza de un fiscal que se convierte en abogado defensor de Cristina de Borbón. El viaje de la humanidad, tortuoso a veces y sereno y dulce otras, nos ha traído hasta esta mancha diminuta en la esquina de los archivos de la historia donde, según el ruido mediático, que refleja la escala de valores, cualquier actividad de Belén Esteban, incluida la de firmar un libro, da igual que lo escriba o no, interesa más que el metódico exterminio de la investigación pública o la demolición por agotamiento de la ley de dependencia. La historia del mundo de la BBC, cuando llegue la hora, seguro que pasa de puntillas tratando de evitar el bochorno de ver una España en decadencia aquejada de una cursilería rampante aunque tocada de una corriente de humor casi irreverente al hacer del anuncio de la Lotería de Navidad una cita delirante con imágenes terroríficas de Monserrat Caballé y de Raphael. Cada vez que lo veo me da grima. Fíjense en los dientes del tamborilero, en sus gestos, en esa boca como articulada diciendo na, na, na, fíjense en los ojos de la soprano, en su peluca, en sus pulquérrimos dientes blanqueados por cojones, tanto que ya hay versiones del anuncio que firma Pablo Berger advirtiendo de que no se vea en casa a oscuras ni estando solo porque puede provocar taquicardias y vómitos.

El obispo y el putero

Hacía tiempo que un anuncio no despertaba comentarios tan jocosos. Se lo ha ganado a pulso. Pienso incluso que nada es porque sí y todo estaba calculado, las velitas, el color amarillento, la cancioncilla pastelera, el tópico de la magia, la felicidad ortopédica, y ese aire de ñoñería y empalago aspiraban a convertirse en el hazmerreír del que todo el mundo habla. Me pasa igual que con el calculado incendio del arzobispo de Granada, Francisco Javier Martínez, y la publicación del panfleto de la italiana Costanza Miriano en el que, como sabemos, aconseja a las mujeres a casarse y a ser sumisas. Cualquiera a estas alturas sabe que decir eso es armar la de dios, lo ampare un obispo cojonero o su primo el imán de la mezquita de Granada, clérigos que en estas y tantas otras cosas se entienden de maravilla. Lo del purpurado de la tierra de Mohamed XII, más conocido como Boabdil el Chico, el último rey nazarí, de nuevo ahora en órbita gracias a Isabel, cuyas andanzas se acercan a la Alhambra, es puro despiste. Francisco Javier Clemente es un obispo tridentino con negocios de todo tipo, desde agente de viajes a editor, sin olvidar su afán de promotor inmobiliario como constructor de escuelas. Los negocios del arzobispado son una vergüenza y una deuda que ronda los 30 millones de euros, según http://www.andalucesdiario.es/ciudadanxs/chiringuitos-divinos/, digital para quien «la Diócesis, que se nutre de fondos públicos, de donativos de feligreses y de lo que recauda por las visitas al patrimonio monumental de la Iglesia, ha ido tejiendo una red de sociedades y organismos altamente deficitarios que utiliza como agencia de colocación de militantes del movimiento ultracatólico Comunión y Liberación, al que pertenece el prelado». Mate usted a Cristo cada año para que luego le salgan pústulas como ésta. Es lo que dirá el tauricida José Ortega Cano, él mismo carne de presidio, al ver a su hijo, José Fernando, un poligonero jovencito que ama los prostíbulos, en líos de delincuentes en clubes de alterne. Cásese usted con La Más Grande y traiga al niño de Cali, Colombia, para ser pasto de Jordi González en su viejísimo Se enciende la noche, al que Buenafuente lo cruje cada noche En el aire con la audiencia. Putero y, según su novia, una tal Michu, que corre por los pasillos de Telecinco como una más de la familia, drogata. Una perla. Cuando la mujer sapiens africana parió a su primer bebé en otro continente jamás pensaría que la historia del mundo generaría mundos con tanto desperdicio.