Truman Capote escribió en 1958 en su casa del número 70 de la calle Willow en el neoyorquino distrito de Brooklyn una de sus obras más populares: Desayuno en Tiffany´s. Poco después, en 1961, Blake Edwards la adaptó a la gran pantalla y a España nos llegó con el título Desayuno con diamantes con la inolvidable Audrey Hepburn como su protagonista, Holly Golightly.

En Valencia no hay Tiffany ni falta que le hace porque le sobran joyeros a la altura de la firma de la Quinta Avenida. Los joyeros „y hermanos„ Antonio y Pablo Jordán fueron los encargados esta semana de ejercer de maestros de ceremonias en una de sus exclusivas «catas de diamantes». El evento se celebró ante un reducido grupo de asistentes y en el céntrico y barroco Café de las Horas de Valencia.

Los hermanos Jordán acuñaron hace un par de años el término «cata de diamantes», que consiste en ofrecer una «clase práctica» en la que dan pistas para reconocer un diamante auténtico, así como exponen a sus «alumnos» otras piedras preciosas como esmeraldas o rubíes. Marc Insanally, dueño del café, se encargó con simpatía y buen hacer, de conjuntar las joyas que los Jordán mostraron con divertidos y coloridos cócteles y aperitivos. Un auténtico desayuno con diamantes.

Los asistentes „entre los que se encontraban las hermanas Laura y Blanca Fitera (ambas con creaciones de Blanca en forma de collar y broche) y Blanca Crespí Fitera„ descubrieron cómo reconocer un auténtico diamante.

Entre algunas de las claves, los hermanos Jordán revelaron que un verdadero diamante no se raya más que con otro de su especie (tienen dureza 10 en la escala Mohs), repele el agua y el vaho, y no deja pasar el color.

Además, según explican los joyeros, los diamantes presentan cuatro valores para su tasación: peso, talla, color y pureza. A partir de medio quilate se puede hablar de un «buen diamante», una pieza de inversión. En cuanto a precios, los que pasan del quilate ya son piezas de entre 5.000 y 9.000 euros, aunque siempre habrá que tener en cuenta su calidad.

«Los días rojos son terribles y en esos momentos lo único que me viene bien es ir a Tiffany, porque nada malo me puede ocurrir allí», decía Golightly. Y a falta de un Tiffany en Valencia, los Jordán deleitan con sus diamantes al gusto.