Si cree que los ángeles y los demonios no existen, está equivocado. Estos seres benéficos y maléficos han anidado durante siglos en el lugar más importante de todos: la mente humana. Y desde esa privilegiada atalaya „generadora de miedos, esperanzas, deseos y temores„ se han vestido con distintos ropajes para hacerse presentes a los hombres a través de cuadros, retablos, esculturas, iconografía eclesiástica, tradiciones, fiestas, sermones, representaciones paralitúrgicas, oratorios sacros, teatro de calle, leyendas populares, dichos, refranes, patronazgos municipales, advocaciones específicas, ninots de falla, simbología heráldica o antiguos ceremoniales. Ahora, en un esfuerzo que raya lo sobrehumano „como si hubiera sido bendecido por los ángeles o tuviese un pacto con el diablo„, el erudito Miguel Ángel Català Gorgues ha rastreado la huella angelical y demoniaca en la Comunitat Valenciana para plasmarla en un doble volumen, de 1.163 páginas en total, titulado Ángeles y demonios en Valencia. Su proyección sociocultural y artística.

El exdirector de los Museos del Ayuntamiento de Valencia se ha pateado todas las iglesias valencianas y ha buceado en archivos, legado literario y tradiciones locales para trazar un descomunal viaje casi imposible de resumir pero con conclusiones y apuntes sugerentes.

El ángel guerrero. Si la Valencia moderna nació con Jaume I, conviene empezar por ahí. La rendición musulmana aconteció la víspera de la onomástica del arcángel guerrero San Miguel, príncipe de las milicias celestes. Y ese hecho marcó. El estudio de Català Gorgues subraya «la extraordinaria proyección que el extendido culto al arcángel Miguel ha tenido en tierras valencianas desde el momento mismo de su reconquista por Jaume I: iglesias, santuarios y ermitas dedicadas a San Miguel; pinturas e imágenes consagradas al arcángel guerrero; patronazgo sobre corporaciones o pueblos». Sostiene el autor que hay más iconografía dedicada a San Miguel en la esplendorosa Valencia del siglo XV que de cualquier otro santo. En cambio, los arcángeles Gabriel y Rafael carecen de peculiaridades específicas en el arte valenciano.

Desde el principio de la recristianización valenciana, al arcángel San Miguel le acompañaría otro ángel mítico para esta tierra: el Àngel Custodi de la Ciutat e Regne, signo identitario de la Valencia foral recuperado en el logotipo de una institución tan representativa como las Corts Valencianes. Entre las preces del oficio religioso dedicado al Ángel Custodio „que durante siglos celebró la Iglesia valenciana como rito doble mayor hasta su exclusión del calendario litúrgico en 1973„ figuraba una invocación angelical: «Omnipotent i misericordiós Déu, que conferiu la custòdia angèlica als hòmens, a les ciutats i regnes: concediu-nos, vos preguem, que ens defenseu d´ànima i cos, i a la Ciutat nostra i son Regne, de tota calamitat».

La prodigalidad de ángeles músicos en el arte valenciano, un clásico del género, y la fortuna iconográfica de Nuestra Señora de los Ángeles „una marca de la casa en los retablos valencianos dedicados a los Siete Gozos, apunta el autor„s0n otras de las grandes manifestaciones artísticas que los ángeles han legado.

El miedo al demonio. Las plumas y voces clásicas valencianas también se adentraron en el tema. A ello contribuyó, de modo decisivo, el Llibre dels Àngels escrito en Valencia en 1392 por el influyente fray Francesc Eiximenis. Entre sus 201 capítulos, el autor de Lo Crestià alaba la intercesión de los ángeles sobre la protección de los hombres. Pero también alerta de los tormentos infligidos por los demonios a las almas de los condenados. Para guarecerse de ellos aconseja remedios conjuratorios como «aigua beneita, fum d´encens, oració, santedat e virtut d´hom sant», llevar calcedonia troceada, esmeralda, diamante e incluso anell fet d´ungla d´ase.

La obra tuvo mucha influencia. También sobresalió en demonología el apocalíptico Sant Vicent Ferrer, cuyos sermones aludían con profusión al infern, a las tentaciones diabólicas de Satán y al diablo en todas sus denominaciones: Leviatán, Mammón, Asmodeo, Beelzebul, Baalfagor, Baalberit y Astorat son nombres que el dominico usó. El ensayo consigna la contribución a la angeología y a la demonología de otros autores como fray Antoni Canals, sor Isabel de Villena, Lluís Vives o San Francisco de Borja, u otros modernos como Blasco Ibáñez y su primer cuento titulado Dimoni.

El rastro en las fiestas. La influencia de los ángeles en actos festivos tiene un origen señalado por Miguel Ángel Català Gorgues: la visita a Valencia del rey Martí l´Humà el 28 de marzo de 1402. A su entrada al cap i casal, dos niños disfrazados de ángeles bajaron cantando desde lo alto de las torres de Serrans para agasajarlo a él y a la reina Blanca. Desde entonces, la intervención angélica puebla numerosas tradiciones valencianas. El Àngel de l´Ambaixada de Benidorm; los ángeles de Albal, Foios, Moncofa o Algimia de Almonacid; l´angelet de Muro de Alcoi que anuncia la fiesta de Moros i Cristians; o el emocionante Angelet de la Corda de Alfarrasí que sobrevuela la procesión del Domingo de Resurrección. Del Encuentro emanan otras tradiciones como l´Àngel de la Resurrecció de Torrent, Cocentaina o el Palomar; Ontinyent revive desde 1662 la Festa dels Angelets en honor de la Inmaculada Concepción; los ángeles pueblan el Carro Triunfal en el Sexenni de Morella; también están los angelicos de Alpuente; las niñas con atavíos angélicos que portan las cintas de Sant Miquel de Llíria; la Lluita de l´Àngel contra el dimoni que acoge Sorita del Maestrat desde 1705 como manifestación primordial del teatro de calle; y, cómo no, el drama sacro-lírico religioso del Misteri d´Elx con su àngel major que baja en la magrana desde el cielo para buscar a la Virgen.

El mundo festivo endemoniado tiene otros referentes. Destacan los dimonis, las botargues y las santantonades del interior septentrional de Castelló en la víspera invernal de Sant Antoni en Forcall, Vilafranca, la Tolodella, Vilanova d´Alcolea, Castellfort, Canet lo Roig, Cinctorres, la Jana, Portell o Alcalà de Xivert. Otras fiestas endiabladas son los correfocs recientes, las noches de carnaval o de Sant Joan, con balls de dimonis documentados desde el siglo XV. También están la Roca diablera del Corpus, la endiablada de Mirambell, los diables de la maça de Morella o la incorporación de imágenes diablescas con un fuerte componente burlesco en los monumentos falleros.

Y entre tanto, el niño que al nacer es un angelet y al que se asusta advirtiéndole que a les dotze de la nit, el dimoni baix del llit, morirá de viejo algún día. Y después de expirar con la duda de si arderá en el fuego eterno con el dimoni por vecino o estará rodeado de ángeles en el cielo, será enterrado en un cementerio con una estatuaria funeraria repleta de seres alados. Para que luego digan que ángeles y demonios no existen.