El escultor y grabador catalán Jaume Plensa, confesaba ayer que haber ganado el Premio Velázquez de Artes Plásticas, el correspondiente al Cervantes, era algo más que un sueño. «Este es un premio que sigo desde siempre, el que sueña todo artista, y Velázquez es un artista que respeto muchísimo. Recuerdo que, cuando era pequeño, iba al Prado, veía los cuadros de Velázquez y pensaba que era un auténtico artista», añadía ayer Plensa.

Y es que el jurado valoraba no sólo la proyección internacional del artista sino la renovación del lenguaje plástico de la escultura y las propuestas de gran intensidad estética de este artista, nacido en Barcelona en 1955 y cuya obra gira en torno al hombre y su relación con el entorno. De hecho, el espectador puede tocar algunas de sus piezas, escucharlas o entrar en ellas, como sucedió en 2007 en el IVAM.

«Es un honor y una alegría recibir este premio, que no esperaba», insistía ayer el escultor recién llegado de Chicago y Nueva York, donde ha permanecido casi durante un mes, porque está preparando dos exposiciones para el próximo año. Plensa tiene actualmente abierta la exposición Talking Continents en la Galería Lelong de Nueva York y está trabajando en otra exposición que se mostrará en el Millenium Park de Chicago el próximo año para conmemorar el décimo aniversario de la fuente Crown, una obra interactiva de arte público y videoescultura que el artista catalán creó para este espacio público y que se inauguró en julio de 2004. A Plensa, este reconocimiento también le ha llegado cuando está preparando otra exposición, la cual también abrirá el próximo año, en Ausburg (Alemania).

«Y tengo mil proyecto más y otros que irán llegando», agregaba el galardonado quien tras sus estudios en la Llotja, la Escuela de Artes y Oficios de Barcelona, y en la Escuela Superior de Bellas Artes de Sant Jordi, trabajó en talleres de forja y mecánica. Y del hierro forjado y fundido, origen del que parte su obra, pasó a incorporar materiales tan diversos como el cristal, el plástico, el alabastro, la resina, el nylon e incluso el sonido y la luz.

Plensa, quien muchas veces ha recalcado que su obra debe más a poetas como Baudelaire, Blake, Goethe, José Ángel Valente o el valenciano Vicent Andrés Estellés que a los artistas, siempre se ha alejado de la escultura tradicional.

El Libro de Vidrio, de 1982, abrió su etapa de esculturas realizadas en hierro forjado y, aunque en un principio solamente lo forjaba, moldeando piezas previamente fabricadas, pronto descubrió las ventajas del hierro fundido, un material más susceptible de ser modelado y que tiene, según el autor, «un carácter más ancestral y primitivo».

Entre 1984 y 1986, realizó obras más figurativas como los Zoomorfismos; pero pronto volvió a la abstracción y a lo simbólico. Además, del cuerpo humano, al que considera un «espacio de resonancia poética del individuo», su obra también se nutre de la luz y el silencio.