En verdad dicen que cuando un artista se va deja su obra para el recuerdo. José Ortiz era más que un artista, fue un clásico de la segunda hornada de los creadores de cómics y no sólo españoles. Su trayectoria fue mundial abarcando Europa y lo más importante para todo dibujante, fue creador de una tira diaria: Caroline Baker para el periódico inglés Daily Express, que empezó y terminó cuando cerró el periódico. Mientras que en EE UU dejó su sello en las famosas revistas Creepy, Eerie, Vampirella, publicándose, asímismo, su trabajo como escritor y dibujante, Los Cuatro Jinetes de la Apocalipsis.

Destacó con el color en las revistas de su majestad británica Once upon a time y Tell me why.

Estaba dotado para este medio artístico desde su nacimiento. Dejó sus estudios cuando la revista Chicos le concedió el primer premio al mejor dibujante que trajo consigo la toma de un personaje para la revista: Henry Manfredi, y a partir de ahí se volcó en la llamada Escuela Valenciana, siguiendo el estilo de M. Gago y los dibujantes norteamericanos, Alex Raymond, uno de sus ídolos, y el admirado valenciano Ambrós, según me confesó en sus inicios. Si bien estaba preparado para el tebeo y narración visual al estilo estadounidense, era capaz de abordar cualquier enfoque con su personal estilo ecléctico, permitiéndole superar las barrearas de los cambios del cómic y las modas.

José Ortiz era una persona humana, reservada, humilde y con una gran imaginación y fantasía para empezar sus obras, pasárselas a sus guionistas para después seguir con su gran habilidad para el dibujo. Era tan buena persona que hasta los cielos lloraron, como cantaba Anthony Newley, el día en que incineraron a José Ortiz. Un día triste, frío y lluvioso día de Navidad.

No se puede decir cuales fueron sus mejores obras dada su producción, pero él prefería Hombre, y yo, El pequeño salvaje y lo que hizo con el comienzo del serial Magico vento y continuó para la firma Sergio Bonelli, Editore italiano, con el siempre a flote Tex Willer.