Ni luz al final del túnel ni índices de recuperación económica. Para el sector que conforman editoriales y librerías la noche todavía se antoja prolongada. En el año que termina, las ventas se han desplomado entre un 10 y un 15% en España. Los profesionales valencianos inclinan la balanza hacia esta última cifra cuándo se les pide una cifra para resumir el balance anual. Y lo peor, sostienen, aún no ha pasado. El Gremi de Llibrers de València vaticina que en 2014 la situación se agravará con el cierre de establecimientos que causarán baja del colectivo. Para su presidente, David Cases, será un ejercicio «muy duro y complicado» en el que la particular depresión por la que atraviesa el sector se verá acrecentada. Por lo pronto, dos editoriales valencianas han anunciado su desaparición en 2014, como es el caso de Marfil. Otras librerías están al borde de bajar la persiana, incapaces de seguir ajustando el gasto para seguir pagando a proveedores. «Al principio se optaba por despedir trabajadores, pero llega un punto en que el cinturón ya no puede apretarse más», explica Cases.

El presidente de los libreros valencianos habla de una «ciclogénesis explosiva» que se cierne sobre el sector, una «tormenta perfecta» que impide a los profesionales levantar cabeza. En 2013 a los problemas de las librerías y editoriales se sumó otro de amplio calado: la supresión de las ayudas públicas a la adquisición de libros de texto. «La mayoría de librerías ha perdido un 30% de su facturación anual. Se venden la mitad de libros de texto que antes», expone Cases, que cifra en un 40% el descenso general de ventas en librerías desde 2008.

Desarmados frente a la piratería

Otro factor que acrecienta la tormenta es el recurso extendido al pirateo, que impide que el libro elecrónico pueda ser un negocio solvente pese a la apuesta decidida del Gremi de Llibrers por el iReader. «La mayoría del libros que se leen en España son piratas. Para un sector ya de por sí complicado, en uno de los países donde menos se lee, es un desastre», apuntan otras fuentes. La campaña de Navidad sirve para insuflar optimismo, pero de muy corto recorrido. Aunque aún es pronto para ofrecer balances reales, los libreros sostienen que «al menos Papá Noel se ha portado bien».