Después de tanta costura, ¿intenta usted no dar puntada sin hilo?

En realidad, he intentado no cambiar. Nunca me ha gustado ir tan cubierta, con todo planificado. Me gusta también que la vida me sorprenda y dicte lo que ella considere. Intento no dominar demasiado el destino, porque al final es absurdo.

¿Cómo preparó el papel de Sira Quiroga, uno de los personajes más complejos de la historia de las series españolas?

Poco a poco. Fue trabajar muy en profundidad los guiones y el arco emocional del personaje con los directores de la serie. Un arco emocional que en la serie se mueve en una escala del uno al diez, porque hay diferentes picos. Picos de alegría y bajadas tremendas en once capítulos. La emoción del personaje luego se estanca en una etapa de dejarse llevar por la vida, que es un poco la tercera etapa de madurez de ella, donde hay mucho impacto de corazón y de amor pero hay más estabilidad y más calma.

¿Qué no hay que hacer nunca cuando se interpreta a un personaje de época?

No pasar por encima del protocolo de la época. Cada momento histórico tiene un lenguaje corporal determinado y hay que respetarlo.

¿Va a haber un antes y un después en la ficción televisiva española después de esta serie?

A mí me encantaría. Ojalá marcara un antes y un después. Sobre todo porque no es un producto especialmente caro. Sí es un producto cuidado pero creo que es importante marcar el antes y el después sobre todo en el concepto de que cuidado no es igual a mucho dinero, sino que es igual a mucho trabajo, atención y corazón, que es lo que tiene esta serie.

Bueno, los guiones también los ha supervisado la escritora María Dueñas, y eso se nota.

Sí, todo está muy chequeado. Eso es muy importante. En cuanto a lo del guión, es cierto que a veces se ven series en las que uno piensa: qué buena fotografía, pero cómo falla lo que dicen. Sucede a menudo.

¿El buen cine está ahora en la televisión?

Hay de todo. Hay productos cinematográficos buenos y hay productos de televisión buenos. Sí es verdad que la televisión se ha puesto ahora de moda y ha sido un fenómeno brutal. De repente, pasó de tener una consideración peyorativa, algo que yo no entendí porque siempre me ha parecido un medio más para vehicular la interpretación, a todo lo contrario. Un fenómeno que tampoco comprendo porque para mí es un medio más, como he comentado.

Usted ha sido la gran sorpresa en España con «El tiempo entre costuras» en tanto que Matthew McConaughey lo ha sido en EE UU con «True Detective».

Muchas gracias. Estoy muy contenta también por el premio que me ha otorgado la Unión de Actores. Ha sido precioso.

¿Qué le atrajo de un proyecto como «Combustión­»?

Para mí, era la primera película de acción. Lo que más me interesaba de este proyecto era que la dirigía Daniel Calparsoro. Él tiene una manera de ver la acción y la violencia muy genuina y especial, sin filtros, absolutamente salvaje, intuitiva. Me metí en el papel de Ari, que para mí era una especie de Uma Thurman en Pulp Fiction. Uma fue mi inspiración. Intenté respirarla a ver si me prestaba algo de eso que ella tiene. Me apetecía mucho meterme en la piel de una femme fatale. Y me parecía divertido hacer este personaje porque también me hacía cuestionar cosas relacionadas con la moral que en mi vida yo no adopto. La película reflexiona también sobre la tolerancia.

¿Qué le pareció que Wert no acudiera a los Goya?

Creo que eso es una decisión personal. Yo puedo pensar acerca de lo que yo hago o no hago, pero acerca de lo que hace otra persona, no. Tiene un cargo, eso es cierto. Pero no sé qué quería dar a entender con el gesto de no ir. No sé si era un mensaje o no lo era. Él debía tener sus razones. Que a mí me hubiera gustado que estuviera, pues, bueno, creo que tocaba que estuviera, pero no me pareció mal que no estuviera.

Participó en «Gente en sitios», para muchos la gran película de 2013. ¿Comparte el desconcierto de Juan Cavestany, el punto de partida del filme, ante algunas de las cosas que suceden en este país?

Sí. En primer lugar, me da mucha pena que el producto español se proteja tan poco y se cuide tan poco. No somos conscientes de la riqueza que tenemos entre nuestras fronteras, esas malditas fronteras que no deberían existir. Pero me parece que tenemos una cultura y unas raíces tan ricas que si dejáramos de intentar imitar productos extranjeros y empezáramos a hablar de la problemática real nuestra sería mucho más interesante. Cuando yo me asomo al cine realizado en los años sesenta o setenta en España veo cosas muy chulas. No sé qué ha pasado. Hemos dejado de avanzar hacia algo propio.

¿Quiere decir que deberían dejar de hacerse películas tipo «Lo imposible»?

No, ese producto es interesante y creo que también nos explica, llama a la unidad de la importancia de la familia y cómo la naturaleza a veces se impone. Me refiero con lo que comentaba a que hay que ser más exigente también. Debemos proteger nuestro producto y exigir que nuestro producto sea lo más brillante posible. Y para eso tenemos que exigir un nivel a todo el sector. Antes de mirar hacia fuera y juzgar qué sucede en España o no sucede, antes de quejarse, hay que preguntarse qué hacemos y si estamos trabajando al cien por cien. Es decir, hay que cuestionarse a uno mismo, con preguntas del tipo: ¿Estoy trabajando al cien por cien o sólo tengo una cara mona y punto?