Las obras de restauración del Palacio del Temple, ahora paralizadas por la aparición de restos de la muralla árabe, han descubierto también las deficiencias estructurales de la Iglesia del mismo nombre, concretamente las grietas que que hay en arcos y bóvedas y, sobre todo, las que hay en los impresionantes frescos de José Vergara. El arquitecto que dirige los trabajos, ahora también pendiente de su continuidad, ha elaborado un proyecto aparte para su rehabilitación, aunque en este caso dependerá del Ministerio de Cultura. Por lo pronto, ha recomendado que no se utilice una parte de la iglesia dedicada a almacén por amenaza de ruina.

La Iglesia del Temple, construida al igual que el palacio entre los años 1761 y 1770, es obra del arquitecto madrileño Miguel Fernández y se identifica con los cánones neoclásicos y academicistas de la época. Diseñada en tres naves, guarda un poderoso templete en la cruz, con mármoles y jaspes coloristas por todo el recinto y con una gran cúpula donde luce una asunción de José Vergara.

En la actualidad, está abierta al culto, pero no es una parroquia, de maneras que su actividad es sensiblemente inferior. De hecho, no es muy conocida, quizá por eso han sido las obra del anexo Palacio del Temple las que han dado la voz de alarma sobre su estado.

Los problemas

Según el arquitecto Carlos Meri, en el siglo XIX y en los años 50 del siglo XX se hicieron recrecidos laterales que alteraron la correlación de cargas, un problema que se complicó mucho más tras la «caída de un rayo» ya en tiempos recientes no bien documentados.

Eso ha sido lo que ha generado las grietas, que pueden verse en arcos y bóvedas y muy lamentablemente en los frescos de Vergara, donde además de tres oberturas longitudinales hay grandes desconchones producidos por la humedad y las filtraciones.

Una parte del templo, la que «da al río», tienen tales problemas de estructura que el propio arquitecto ha recomendado no utilizarla porque amenaza ruina.

Para resolver el problema, Meri considera básico volver a buscar el equilibrio de cargas y reparar las grietas visuales, un proyecto que, al menos en lo que a la cubierta se refiere, puede costar unos 350.000 euros. Ya se ha hecho una propuesta al Ministerio de Cultura, separada de la rehabilitación del Palacio de Temple, y están a la espera, como en muchas otras cosas, de que haya presupuesto.

Por lo pronto, en la cúpula se han puesto unos testigos para ver la velocidad de expansión de las grietas y tenerlas controladas. Meri respondió, en cualquier caso, que las obras de rehabilitación del edificio anexo nada han influido en el estado de la iglesia, que forma parte del complejo pero que es propiedad del Arzobispado, por lo que sigue caminos distintos en cuanto a gestión.