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Entrevista

David Trueba: "La historia la cambia la gente anónima"

«Es importante que el pasado nos hable en una película»

David Trueba y Juan Carrión.

«Vivir es fácil con los ojos cerrados»» surgió de la lectura de un periódico de papel.

Era el año 2006 y se conmemoraban los 40 años del viaje de John Lennon a España. Se recordaban muchas anécdotas de aquel episodio. Un periodista entrevistó a un profesor, Juan Carrión, que contó cómo fue a visitar a Lennon para que le facilitara las letras de las canciones de los Beatles, que usaba para enseñar ese idioma a su alumnos. Nada más leer aquella historia les dije a mis hijos que era un bonito personaje para hacer una bonita película. Al principio no tenía claro por dónde llevar la historia, que se fue mezclando con una anécdota familiar, la del chico que quiere llevar el pelo largo pese a la oposición del padre, algo que realmente sucedió a uno de mis hermanos. Pasaron siete años desde la idea inicial hasta que la filmamos.

¿Y habló con Juan Carrión para crear el personaje o le conoció cuando ya estaba totalmente perfilado?

No quería hacer la biografía de Juan. En general no soy partidario de que las películas estén basadas fidedignamente en la vida de alguien, pues de alguna manera limita al personaje. Creas una escena y en seguida te dicen que no fue así. Tampoco quería que Lennon fuera el protagonista; quería que la historia fuera como una estampa de una época en España.

Las letras de las canciones ejercían pues de MacGuffin.

El profesor [Antonio en la película, encarnado por Javier Cámara] era la anécdota central de la que quería colgar, sobre todo, el recordatorio de una generación que se había enfrentado a un tiempo difícil y que con su esfuerzo intentó cambiar un país. Me interesa mucho la influencia que tienen las personas anónimas en el desarrollo histórico. Es algo en lo que el mundo del cine y el de la novela tiene mucho que profundizar aún. La historia no la cambian los personajes históricos relevantes sino la sociedad, la actitud de muchísima gente anónima y dedicada a hacer bien su trabajo en su rincón particular.

Como sucede en esta crisis, llena de héroes anónimos.

De alguna manera la crisis se refleja en la película. Cuando filmo una historia en tiempo pasado pienso que la verá gente de ahora. Tengo la sensación de que es importante que el pasado nos hable. El pasado nos ofrece una luz sobre el tiempo que vivimos.

¿Y consultó con Carrión?

Cuando terminé el guion me puse en contacto con gente de Cartagena que rápidamente me consiguió su teléfono. Le llamé para decirle que quería conocerle y entonces le visité. Cuando le conocí, lo primero que me sorprendió fue hasta qué punto Juan era similar a la idea que había desarrollado del personaje, incluso en detalles muy sorprendentes. Por ejemplo, en que ninguno se había casado. En el guion preguntan a Antonio por qué no ha contraído matrimonio y responde que porque sus alumnos son como su familia. Juan me contestó algo similar. Y después está su energía, su carácter, su facilidad de conexión con la gente joven, no esa ancianidad con la que algunos mayores se ponen trascendentes para leer la cartilla a los demás. Juan Carrión fue un hombre de acción a su pequeña manera.

¿Cómo reaccionó al contarle que el personaje estaría inspirado en él?

Le expliqué que yo era muy respetuoso con su vida personal y que no era eso lo que quería retratar en la película, pero que había usado esa anécdota de su visita a Lennon. Me dijo: «Durante años conté esa historia y nadie me hizo ni caso. Así que siéntete totalmente libre. Para mí lo más importante es que hagas la película como tú quieras». Luego, durante el rodaje, al que asistió alguna vez, le presenté a los actores e hizo una pregunta inteligentísima a los dos más jóvenes: «¿Vosotros queréis al profesor de la película? ¿Os parece una buena persona?». Solo les preguntó eso. Le respondieron que sí, que los personajes que interpretaban le querrían siempre. «Eso es suficiente para mí'» contestó entonces Juan.

Cuando Carrión, que apenas puede ver, asistió al pase de la película pensó que era él quien en una de las escenas iniciales daba un bofetón a un alumno. «Yo nunca hubiera pegado a un chico», se quejó a la persona que estaba a su lado, que entonces le explicó que no era Antonio [Javier Cámara] sino otro docente el que repartía galletas.

Hay otra que le gusta mucho, cuando, en broma, hace bajar del Seat 850 al chico que asegura que, aunque los Beatles están bien, él es más de los Rolling Stones. En una conferencia en una universidad, alguien le preguntó cuál era su escena favorita y respondió que esa, porque le hubiera gustado gastar la misma broma. Las películas me abren a gente que quizás nunca me hubiera planteado conocer y que poco a poco se convierten en mis amigos. Con Juan siento un afecto casi familiar. Creo que él también ve cosas en mi forma de ser que le gustan. A él le veo cercano a la forma de ser de la generación de mis padres, quizás porque mi padre era un señor muy mayor cuando nací.

¿Y usted, es más de los Beatles o de los Rolling Stones?

Era muy de los Kinks. Yo era un joven que, como todos, tenía un punto esnob. Tenía la sensación de que los Beatles eran más blandos que los Rolling. Cuando mataron a Lennon [diciembre de 1980] yo tenía 10 años y fue el momento de redescubrirlos, de ver la importancia que habían tenido. Desde entonces no los he abandonado. Tienen algo que valoro mucho: la apariencia de superficialidad, de ligereza, de trascendencia disimulada. Eso es lo que más puedo admirar en un artista. Es importante que las formas sean ligeras, que la gente lo pase bien, se divierta y disfrute, pero que por debajo tenga un calado mayor, sin abusar, sin ser pretencioso.

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