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Exposición

Todos los colores del mundo

La brasileña Angélica Dass retrata a 50 personas en Valencia en su recorrido por el planeta para registrar todos los tonos de la piel

Todos los colores del mundo

¿Quién dijo que el mundo se compone de personas negras, amarillas y blancas? Angélica Dass lleva ya almacenadas más de 2.000 imágenes de seres humanos de distintas partes del mundo con diferentes tonos de piel. Y las que le quedan. Humanae se llama el proyecto en el que la fotógrafa brasileña afincada en Madrid se sumergido desde principios de 2012.

Empezó como un proyecto familiar, la ha llevado ya por nueve ciudades del planeta Madrid, Barcelona, Chicago, París, Winterthur (Suiza), Bergen (Noruega), Rio de Janeiro, Sao Paulo y Daegu (Corea del Sur) y ayer la trajo a Valencia. Cincuenta personas de distintas edades y razas pasaron ante la cámara de Dass para formar parte de su singular pantone humano. La creadora mostrará su trabajo del 22 al 26 de este mes en el Centre del Carme, dentro del IV Festival 10 Sentidos Fundación Mapfre.

La cita era en el estudio en el barrio de Velluters de Taiat Dansa sus coreógrafas son las directoras del certamen, así que como el suelo es de linóleo hay que descalzarse para pasar al otro lado de la cortina y retratarse ante Dass. Un bebé llora, cuesta que esté quieto. En el exterior, un matrimonio mayor espera su turno después de firmar la cesión de los derechos de imagen. Casi todos han llegado atraídos por el personal de la organización. En el momento del flash los hombros han de estar desnudos por encima del reflector que la fotógrafa aguanta con la izquierda mientras dispara con la derecha.

Humanae es una historia sobre diversidad e igualdad. No hay retrato malo, explica Dass, no desecha ninguno, todos pasan a formar parte del hueco en internet donde cuelga el proyecto. En las exposiciones selecciona, claro.

La muestra premiada en Photo España 2013 es diferente en cada ciudad. En Valencia se verán más de 500 fotografías y hará hincapié en los vacíos. Que se note que «siempre faltan imágenes, colores», dice. El suyo es un proyecto sin fin, obligatoriamente incompleto. «Lo sé desde el principio. El reto, al menos, es pasar por los cinco grandes continentes».

Lo primero que cambia de color es la nariz y de ahí toma los píxeles cuyo tono atribuye luego a un código de guías (industriales) Pantone. «Le damos tanta importancia al color de la piel y, si cambia, no debe de tener tanta», afirma Dass, satisfecha de que su proyecto haya servido para advertir la inutilidad de ese color «rosa piel» de las cajas de lápices de los colegios.

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