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Entrevista | John Banville

"Me niego al patriotismo, Europa antes que nada"

«No creo en la idea de la gente malvada en esencia, pero sí en los hechos malvados», asegura el último Príncipe de Asturias de las Letras

"Me niego al patriotismo, Europa antes que nada"

¿A qué edad se leyó el famoso «Ulises» de Joyce?

Le contaré una historia. Yo tenía 17 años y una novia de la que estaba tremendamente enamorado. Ella vivía en Liverpool, así que nos veíamos únicamente en Navidad o por el verano. Un día ella decidió dejarlo y yo me fui a Liverpool para tratar de convencerla de que no lo hiciera. No fue posible. Recuerdo que me llevé el Ulises, que estaba leyendo por aquel tiempo, y ese Ulises, que aún conservo 50 años después, yo sé que tiene manchas de lágrimas.

Escritor irlandés, ¿militante irlandés?

Europa por encima de todo. En estos tiempos de crisis los políticos tienen la tendencia a ponerse la camiseta verde, pero, con sinceridad, me niego al patriotismo. Decía un personaje de Finnegans Wake, la obra de Joyce, que «prefiero bregar con las lentejas de Europa que con los guisantes ingleses». Por otra parte, yo sigo la filosofía de Yeats, a quien lo que le importaba era la literatura, no de dónde eres ni lo que representa ese origen.

Pero usted es de un pequeño país con la mayor tradición literaria del mundo. Yeats, pero también Oscar Wilde, Swift, Beckett y Bernard Shaw. ¿Eso genera vértigo?

Da un poco de miedo. Todos esos nombres ejercen de estatuas de la isla de Pascua, que proyectan sombras y parecen decirte: «Y tú ¿cómo nos impresionas?».

En sus obras aparece de forma recurrente el concepto del mal. En «El libro de las pruebas» el protagonista mata a una mujer indefensa sin motivo ninguno, casi por experimentar. ¿Cree que el ser humano lleva el mal dentro?

No creo en la idea de la gente malvada en esencia, pero sí en los hechos malvados, porque son evidentes. Me cuesta trabajo creer, por ejemplo, en un personaje como el de Yago, del Otelo de Shakespeare, porque nunca llegué a encontrar una auténtica razón para que obrara como lo hizo.

El Kafka, el Irish Book, el Booker, el Príncipe de Asturias... Tiene usted una colección de premios.

Alguna vez me preguntaron: «¿Le gustan los premios?». Pues claro que me gustan. ¿Hay algún niño a quien no le guste la Navidad? Los premios alegran el día, incluso la semana, pero no afectan a mi trabajo diario porque, de ser así, yo sería un mal escritor.

Dicen los periodistas que sus encuentros con los medios son una delicia.

Solo trato de no decir lo mismo siempre. Con esto de las preguntas pasa lo mismo que con el Dublín de hace más de cuarenta años, cuando paseabas por la calle y te daba la sensación de que todas las caras te sonaban. Aquí, lo mismo: todas las preguntas te suenan.

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