La bohème es la ópera que ha llevado a Davide Livermore hasta el puesto de director artístico del Palau de les Arts. Cantaba el clásico de Puccini en 1996 al lado de Pavarotti en el Teatro Regio de su ciudad natal, Turín, cuando conoció a Helga Schmidt, la ya exintendente del coliseo. Fue también este título el que hizo que se ganara su confianza en 2012, cuando lo preparaba como director de escena para Les Arts: la primera cantante elegida para el papel de Musetta no daba la talla, Schmidt le consultó y él le propuso a la valenciana Carmen Romeu, luego premiada. Livermore fue el elegido así para convertir el Centre de Perfeccionament en una cantera de voces para la sala principal y, tras el escándalo por la detención de la austriaca y su imputación por presunta malversación, prevaricación y falsedad, la ha sucedido como director artístico, si bien sin ninguna competencia económica. De esto está feliz, dice, porque necesita la cabeza libre y el dinero «tiene un peso terrible en el karma».

Así se expresa Livermore, en un «itañol» que espera que mejore, en su primer día como nuevo capo de Les Arts. El turinés llega cargado de experiencia „22 años como cantante y reggista tanto en teatros desconocidos como en La Scala de Milán„, pasión y una sobrada dosis de aire fresco, que confía que transforme la resignación en confianza en el presente y futuro del coliseo.

Livermore rebosa gratitud a Schmidt, la responsable de situar a Les Arts en diez años al nivel de teatros con dos siglos de historia, considera. Un nivel y una visibilidad internacional que «necesita mantener», pero el nuevo jefe quiere potenciar también la idea de «teatro público». Lo explica por su experiencia, la de un adolescente de un barrio humilde que con mil liras podía ir a la ópera, entre otros espectáculos, y que en ella aprendió a sentir la belleza. «El teatro puede cambiar la calidad de vida de la gente», afirma con las pilas llenas de ilusión.

Una ópera como «servicio público» y abierta a la ciudad y a la C. Valenciana, dice, objetivo que también lo era de Schmidt y que que ahora se concreta en algunas nuevas ideas. Una de ellas, romper la lejanía con el vecino Palau de la Música, elogiado por Livermore por su «programación extraordinaria». «Me gustaría mucho empezar a hablar con ellos», dijo. Y se confesó habitual del auditorio.

Fomentar el diálogo con el Ballet, el Cor y la Orquestra, que necesita un titular estable que elegirá antes de junio, cuando hay audiciones para aumentar su plantilla actual, son otros de sus objetivos.

En su libreta de proyectos figura asimismo abrir la sala principal a directores nuevos, de talla internacional, sin perder a los ya involucrados „tiene ya citas para conversar esta semana con Plácido Domingo y Zubin Mehta„, y consolidar el repertorio popular de Les Arts y abrirlo a otros, como el barroco, de éxito discográfico actualmente , y el contemporáneo. Sin olvidar, claro, la zarzuela.

No obstante, Schmidt ha dejado la programación cerrada hasta final de 2015. Él quiere ponerse ya en lo posterior.

Otro objetivo „muy en la línea del gusto de la Conselleria de Cultura„ es «crear producciones más pequeñas que puedan girar por teatros de la C. Valenciana». Y que la sala Martin i Soler „su casa en los dos últimos años„ pueda ser la puerta de entrada a Les Arts para los no habituales.

Livermore borra la sonrisa cuando le toca responder de la operación policial. «La detención no creo que eche abajo el prestigio». No tiene nada que ver con la cuestión artística, mejor esperar a ver cómo acaba, argumenta. Pero no hará que dejen de acudir estrellas, porque «esta casa es atractiva para todos los cantantes del mundo». Y no por el caché, zanja.